Geopolítica, imperialismo y contrainsurgencia en América Latina

Que el imperialismo existe, no ha desaparecido ni es asunto del pasado, es la realidad acuciante que abordan dos importantes libros de reciente publicación: Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos. Manuales, mentalidades y uso de la antropología, de Gilberto López y Rivas (Ocean Sur, 2013)[1], y América Latina en la geopolítica del imperialismo, de Atilio A. Borón (UNAM, 2014).

En la obra del antropólogo mexicano Gilberto López y Rivas, se analizan los usos mercenarios que el poder militar estadounidense ha hecho de antropólogos, sociólogos y otros científicos sociales para llevar a cabo guerras asimétricas en diversas partes del mundo. El autor aborda la utilización de la antropología en las campañas contrainsurgentes y en la ocupación neocolonial de países por parte de las fuerzas armadas de Estados Unidos. A través de un análisis del contenido de manuales y otros documentos difundidos por Wikileaks, pone en evidencia los conocimientos antropológicos y culturalmente informados de los equipos humanos en el terreno del ejército estadounidense aplicados para derrotar movimientos insurgentes.

López y Rivas sostiene que “para justificar la extraterritorialidad castrense, los estrategas utilizan una entelequia jurídica denominada ‘nación huésped’, cuyo gobierno ‘invita’ a Estados Unidos “a poner en práctica una guerra de contrainsurgencia contra su propio pueblo, aunque dicha autoridad sea impuesta con posterioridad al derrocamiento del gobierno legalmente constituido y la ocupación militar del país por las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos.” (Pp.21-22)

Los documentos estudiados son el Manual de Contrainsurgencia 3-24; la Guía cultural de las fuerzas especiales de Estados Unidos; el Manual de campo de las fuerzas especiales 31-20-3 (tácticas, técnicas y procedimientos de defensa interna para las Fuerzas Especiales en el extranjero); el Sistema Operativo de Investigación Humana en el Terreno; el Human terrain team handbook. En éstos, se da cuenta de las estrategias que utiliza el gobierno de Washington para su expansión y búsqueda de hegemonía mundial, de acuerdo a las circunstancias particulares y posición política, económica o religiosa del supuesto enemigo, esto es, todo aquel que no esté bajo su control o a su servicio, así como de los parámetros de su estrategia militar, dejando clara la idea que legitima su acción, cuando señala que: “dividen el mundo entre los que usan la razón (ellos, los estadounidenses) y quienes son presa de la pasión y se mantienen ‘fuera de los límites de las convenciones del mundo desarrollado’: los del ‘machete’ y atacantes suicidas, los que están ‘ansiosos de morir’”. (p. 44)

Para entender la mentalidad imperialista en su dimensión militar, se identifican las bases del “patriotismo estadounidense”, “nutrido de una historia de genocidios, etnocidios, despojos y conquistas territoriales; [que] se fundamenta en las nociones etnocéntricas y racistas de ‘pueblo escogido’ por ‘la Providencia’ para expandir su dominio sobre el continente, en su primera etapa, y después en el mundo entero”. López y Rivas destaca la construcción de un liderazgo unipolar después de la guerra fría, señalando su principal rasgo: “la idea del ‘policía mundial’ que vigila el cumplimiento de su ley y protege sus intereses y seguridad ‘nacionales’ por encima de cualquier otro; se alimenta de los mitos de ‘salvadores del mundo’ propalados, reproducidos y ampliados por la propaganda cinematográfica; los incansables rambos matando comunistas, y ahora ‘terroristas’, en nombre de la justicia, la democracia y la libertad”. (p.51)

Así, deja claro el poderío militar y de inteligencia que despliega el gobierno estadounidense por el mundo, en especial en América Latina, donde existen decenas de bases militares y centros de inteligencia. Según las fuentes de David Vine suman “más de 1000 bases militares estadounidenses en 150 países, (a las que hay que sumar las 6 mil bases internas)… [Y] están aumentando la creación de bases en todo el planeta, que ellos llaman nenúfares (estas hojas o plantas que flotan en la superficie de las aguas y que sirven a las ranas para saltar hacia su presa)”. (p.52)

Hacia el final de Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos, el autor muestra cómo América Latina es una de las regiones del mundo en la que se ponen en práctica las estrategias intervencionistas, señalando casos como Venezuela, Honduras y México. En este último país, refiere el uso de mecanismos como el TLCAN, el Proyecto Mesoamérica (antes PPP), Plan Mérida y ASPAN, entre otros, para mantener el control político, económico y militar, posible por la anuencia de una clase política que promueve el modelo neoliberal y, desde hace tiempo, se desnacionaliza.

Aquí encontramos el puente con la obra de Atilio Boron, quien realiza una exhaustiva revisión de la literatura y las fuentes sobre la actual fase del imperialismo en América Latina. El sociólogo y politólogo argentino aborda, de manera puntual, cómo esta región ocupa un lugar primordial en la agenda política del gobierno de Washington. No sólo se trata de una cuestión geoestratégica en el sentido militar, sino de apropiación de las riquezas latinoamericanas en materia energética, minerales, biodiversidad y producción de alimentos.

Nuestro autor explica que el imperialismo sigue existiendo: “¿Por qué? Porque tal como lo señaló Lenin, se trata de un rasgo esencial del inherente al capitalismo contemporáneo, y si algo ocurrió con la globalización neoliberal, fue que la presencia del imperialismo se extendió a lo largo y a lo ancho de todo el planeta, y su accionar se tornó más opresivo y predatorio que nunca antes.” (p.39)

Boron describe la realidad latinoamericana, demostrando cómo Estados Unidos ha penetrado la región y destaca debates centrales alrededor de los cambios políticos, económicos y sociales que vive el subcontinente. Los capítulos intitulados Los bienes comunes en América Latina: el debate “pachamamismo vs. extractivismo”, y El “buen vivir (sumak kawsay) y los dilemas de los gobiernos de izquierda en América Latina, desarrollan una parte sustancial de la controversia entre concepciones encontradas dentro de la izquierda en torno al desarrollo y la defensa de la naturaleza y la disyuntiva de cuál es el camino para alcanzar la equidad. También estudia la geopolítica de los movimientos populares, precisando que su mayor trascendencia se da en aquellos territorios en los que se produce una intensa actividad extractivista con respaldo militar estadounidense.

El autor analiza los principales tratados y “acuerdos” económicos y políticos impuestos, la presencia militar y el espionaje, resultando clara la falacia de que el gobierno estadounidense ya no interviene en América Latina. Muestra de ello, son las 76 bases militares existentes, la reactivación de la IV flota y, señala Boron, “habría que agregar otras formas de presencia militar de Washington en la región: ejercicios conjuntos, cursos de adiestramiento para fuerzas armadas y, sobre todo, policiales, reuniones continentales de altos mandos y toda una maraña de redes, contactos, programas e instituciones que proyectan el poder militar estadounidense sobre nuestros pueblos”. (p.319)


This is war. Ilustración de Kamusaquario / DeviantArt

Llama a ser conscientes del momento de declive que vive el imperialismo estadounidense, señalando que “a diferencia de casos anteriores, el hundimiento del centro imperial y del sistema en su conjunto pone en peligro a la humanidad, a la propia supervivencia de nuestra especie” (p.277), pues en una “fase de descomposición, los imperios se tornan más agresivos y brutales. Lejos de aceptar resignadamente su ocaso, imponen crueles escarmientos a los pueblos que luchan por emanciparse del yugo imperial, y arremeten con más violencia en el saqueo de los bienes comunes”. (p.285) Este hecho lo podemos observar en las guerras de Irak y Afganistán, y en su intervencionismo en América Latina, en el que utiliza diversas estrategias para contener el fin de su hegemonía, es el caso de los golpes de Estado en Venezuela, Honduras y Paraguay, las campañas desestabilizadoras en Venezuela, Bolivia y Ecuador, y la histórica y continua agresión a Cuba, a través del bloqueo económico y la realización de acciones terroristas.

Este desmoronamiento imperial también se puede observar en el proceso de transición de un mundo unipolar a uno multipolar; haciendo referencia a dos especialistas del tema, Juan G. Tokatlian y Paul Kennedy, Boron señala que hay un desplazamiento desde Occidente hacia Oriente, y desde el Norte hacia el Sur, visión que se confirma, por ejemplo, con la existencia del BRICS, y mecanismos como Mercosur, ALBA y CELAC, para el caso latinoamericano.

Entre sus conclusiones, Boron alerta que a los pueblos de América Latina y el Caribe, les esperan tiempos complejos, pues al ser “regiones de suprema importancia estratégica para el imperio, serán aquellas donde su belicosidad se despliegue de manera más brutal. Aquí se han venido librando sus primeros combates y también se librará el último, el final y el decisivo. Los primeros, porque los imperialistas pueden resignarse a perder África, Asia, inclusive Europa, pero jamás América Latina. El último combate porque, destruidas sus bases de sustentación en otras regiones del mundo, buscarán refugio en nuestros países, haciéndose fuertes en la insularidad americana que, supuestamente, pondría al imperio a salvo de cualquier incursión terrestre de fuerzas enemigas extracontinentales”. (p.312)


World dominance. Ilustración de TreadLightly / DeviantArt

Estas dos obras ofrecen una visión profunda sobre la naturaleza del imperialismo estadounidense contemporáneo y resultan de consulta obligada para comprender la gravedad de la crisis mundial de nuestro tiempo y disponer de más herramientas de análisis para coadyuvar a la construcción de múltiples alternativas en defensa de la humanidad.

 

[1] En septiembre de 2015, la Universidad de San Carlos de Guatemala publicó la tercera edición ampliada de este libro, con motivo de la inauguración de la Catedra Carlos Marx.