Ventana y espejo (VII) Oda al hombre común. Comentarios alrededor de Km. C-62. Un nómada del riel, documental de Lourdes Roca

La Historia a través de las voces de los testigos humil­des y participantes sencillos, anónimos.

Svetlana Alexiévich

El viaje comienza en Cima, Distrito Federal, hoy Ciudad México, un sitio realmente situado en la cima del Ajusco, 3,100 metros sobre el nivel del mar; con mayor pre­cisión, en un inmovilizado carro de ferrocarril que está en esa cúspide. Adentro está Salvador Núñez, el nómada del título. Ligado al ferrocarril desde su niñez –sus padres laboraron en ese ramo industrial, su mamá como maestra de las cuadrillas y su padrastro como supervisor de obras–, en su juventud se integra a los ferrocarriles como trabajador en diversos puestos hasta su jubilación como jefe de estación. Son entonces los ferrocarriles la columna vertebral de la vida de Salvador y del documental.

Un epígrafe nos ubica de manera precisa y lírica en el tono de la obra, la sugerente línea de Machado “Hoy es siempre todavía”; a continuación, vistas a ras de suelo de rieles casi cubiertos por zacate crecido / un par de carros de tren aparente­mente aislados del mundo / el interior de uno de esos carros / el picoteo metálico que después se sabrá que es el anacrónico sonido del telégrafo / la voz de la di­rectora indica que estoy viendo un documental sobre una persona que ella consi­dera tan interesante como para hacer un relato fílmico de su vida. Ahí termina el epígrafe, y la voz de Roca no volverá a ser oída en la narración; de ahí en adelante las voces son las de los testimoniantes, sean a cuadro o como narración.

Una vida errante que va donde la vía férrea la conduzca. En breves instantes Sal­vador Núñez se hará cargo. Pronto se entiende por qué captó la atención de la realizadora. Vivaz, elocuente, ordenado, emprendedor, ingenioso, enamoradizo, bohemio, memorioso, hombre de industria, de familia y de sindicato, Salvador de­viene ante nuestros ojos y oídos la prueba de una actividad industrial que en torno suyo creó una cultura. Se establece una trama que organiza el discurrir del docu­mental: una historia de vida que comprende lo personal y lo grupal (la cultura obrera de los trabajadores del ferrocarril, los rieleros, los compas), la repercusión de los ferrocarriles en las localidades y regiones en donde se asienta este medio de transporte, industria e institución .

El viaje prosigue, con mucho movimiento. Salvador se desplaza siguiendo los rie­les –quizá podría hablarse de una "rail movie"– para buscar su vida. Es éste un punto fuerte del trabajo de Roca: viajar con el Salvador contemporáneo a los sitios donde estuvo, viviendo y trabajando el Salvador de ayer. Una travesía en la que se cuenta con un guía de privilegio, recorre sus propias huellas, re-actúa instantes de su existencia, se topa con familia y amigos, reconstruye imaginariamente ruinas, explica usos de olvidadas herramientas. Todo registrado por la cámara rigurosa que se desplaza como Salvador se movió, por una intrincada ruta que a veces da vuelta sobre sí misma, primero solo y después con esposa e hijos; itinerario que va de las estaciones del desierto del norte de México a las del México del altiplano. ¿Destino de errante?: Salvador relata que con su abuelo viajó en una carreta ven­diendo mercancías en poblados de la región coahuilense de General Cepeda, al norte de la República mexicana; para facilitar la decisión de qué rumbo tomar, el abuelo lanzaba su huarache al aire y tiraba por el rumbo que le indicaba la punta del huarache cuando caía. En un cierto sitio, entre las vías del ferrocarril y la plani­cie desértica, una toma muestra al Salvador de hoy repitiendo el acto, ilustrando su dicho y ratificando su destino.

 

¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Por qué son importantes?

Alan Rosenthal

Los testimonios de Salvador y de otras personas forman la principal corriente dis­cursiva del documental. Paulatinamente esta trama se robustece con el subtema de la impronta de los ferrocarriles en la cultura popular de México, la urdimbre, tejida con base en imágenes sonoras y visuales con las que se construye un contexto audiovisual cultural e histórico que, muy importante por sí mismo (“con entidad suficiente”), proporciona una rica y elocuente dimensión frente a la que se moverá la historia de Salvador. Más adelante se abunda sobre el recurso de los materiales de archivo empleados para reconstituir la memoria, un viaje al interior de los viajes, pues los asuntos de la memoria y la historia son materias primas y frutos de docu­mentales como éste, expresión de una actividad científica social que, desde mi punto de vista, es la que produce un cierto tipo de preguntas así como la que de­fine la búsqueda de documentación y usos de los acervos. (Vale mucho la pena, en este sentido, darse una vuelta en los créditos finales y constatar los fondos fotográficos, fílmicos, sonoros, hemerográficos consultados para este documental.)

Cuando se relata la historia de una persona común no puede prescindirse de hacer algo de historia local, nacional o mundial. La historia de Salvador corre pareja con la historia económica del "milagro mexicano" y del protagonismo que aquel país le daba a los ferrocarriles. Parecerá mentira a los jóvenes de hoy que antaño hubiera tanta vida, creatividad y modo de existencia en torno al trabajo.

La historia política de México también es convocada por la historia de Salvador, dada su participación en el movimiento sindical reivindicatorio conocido como va­llejismo, uno de los movimientos obreros más vigorosos, justos e inteligentes de México, que contó con un amplio apoyo popular, y que sólo la intervención del ejército mexicano pudo quebrar. En una emotiva escena del documental como los mismos participantes de la rebelión cuentan cómo la rama de telegrafistas, de la que fue parte Salvador, resultó esencial para ese movimiento, pues esos trabaja­dores especializados transmitieron información y estructuraron un medio de enlace y comunicación que dio cohesión y organización al movimiento obrero de los Fe­rrocarriles Nacionales de México. La represión cambió la vida de Salvador. Preso político una temporada, al recobrar la libertad hubo de aceptar las nuevas condi­ciones laborales impuestas por el gobierno. Su vida, como las de otros muchos compas sindicalizados y del país mismo, cambio para mal.

En los 1990 cae sobre la nación el desmantelamiento y remate de los bienes na­cionales, entre ellos la industria del transporte ferroviario. Por ende, la existencia de Salvador pasa a un periodo de deterioro y le toca ser jefe de estaciones de fe­rrocarril condenadas a la privatización o a la desaparición.

La última etapa de su vida contada por el documental expone la forma en que el rielero se sobrepone a situaciones difíciles, como la enfermedad y posterior falle­cimiento de su esposa y la manutención de sus hijos. Se las ingenia para viajar a los EUA y estudiar inglés a tal grado que se vuelve maestro del idioma y traduce textos antropológicos; publica artículos y colaboraciones en medios impresos, par­ticipa en rodajes de películas, hace de transportista y se ve a sí mismo como otro hombre, jubilado y frente al reto tan grande de ocuparse de su hijo menor, Sinuhé.

 

El tren formó a los pueblos y al desaparecer el tren desaparecen los pueblos…

Salvador Núñez

 Km.C-62 señala otro viaje, al principio casi desapercibido: sin miramiento, el antes va deslavando al después. Ya en la primera secuencia del filme, en la precariedad del caserío de Cima, un trozo de vieja película corrobora el testimonio de un  an­ciano de que no había agua, mucho menos caliente, y era el tren, es decir, los obreros del tren, el que surtía del líquido a lo que fue un poblado de taladores (un guiño a Carbón para Mike, de B. Brecht).

Y vemos que pasa también en otros puntos del país. Más películas viejas y fotos que se deslizan por la pantalla ilustran que las vías férreas no sólo transportaron personas y mercancías sino asimismo vida, organización y solidaridad. Sin em­bargo, el viaje del documental en busca del Salvador de ayer va encontrando en el México de ahora, a cada paso, ruinas. El equipo de documentalistas logra capturar escenas de los vagones de segunda pletóricos de viajantes de todas la edades, al agente de publicaciones pregonando sus refrescos y revistas, los músicos ento­nando sonoros corridos en medio del mínimo pasillo atestado de pasajeros; pero en la mayor parte del recorrido apenas se hallan rastros de aquello que se plasma en los fragmentos de tantos filmes mexicanos de argumento y de noticieros inclui­dos en el documental, que escenifican la vida en las estaciones, la revolución, el interior de los carros de pasajeros, las grandes nubes de vapor blanquísimo y el ruidero de la máquina, bielas, maquinistas, ruedas, gritos, "!Váaaamonos!", la máquina atravesando la llanura a toda velocidad jalando su sierpe mecánica. ¿Qué más desapareció junto con el tren?

 

«Un buen documental estimula el diálogo acerca de su tema, no de sí mismo.» Éste podría ser el lema de más de un documentalista, pero pasa por alto lo cruciales que son la retórica y la forma a la hora de alcanzar este objetivo. A pesar de un lema semejante, los documen­tales plantean una amplia gama de cuestiones historiográficas, lega­les, filosóficas, éticas, políticas y estéticas.

Bill Nichols

 Los documentos visuales y sonoros cuentan una historia en Km.C-62, la de las representaciones de la realidad que hacen la fotografía, la música, las publicacio­nes y el cine alrededor de los ferrocarriles. A diferencia de algunos documentales mexicanos recientes que utilizan este tipo de materiales de archivo como un es­pectáculo en sí mismos, como dispositivo utilitario para equilibrar segmentos de cabezas parlantes, en Km.C-62 estos documentos se procuran como elementos ilustrativos de situaciones, señaladores de contexto, vinculatorios entre segmentos, compendios con respecto a un subtema, recursos que facilitan el enriqueci­miento de la narración, y no como meros contrapesos.

Como discurso implícito, ese material nos ilustra de un sinnúmero de facetas de los ferrocarriles: medio de transporte, vehículo militar y revolucionario, como chamba, complejo industrial y eje de la vida en los pequeños y no tan pequeños pueblos. Tiene como función narrativa la de ser el contexto para la historia de Sal­vador y sugerir la importancia de los ferrocarriles en el imaginario colectivo me­diante expresiones de cultura popular. Y en el orden simbólico, evocativo, de la resonancia en la mente de algun@s espectador@s para quienes ese ayer es un todavía al alcance del recuerdo, esta colección de imágenes es otro viaje, interno, un disparador de la memoria que habilita la remembranza o la nostalgia… quizá sinéc­doque del país que se nos escurrió entre las manos. 

Tales acervos se articulan con aquellos que pertenecen a la historia principal del documental, la vida de Salvador, que también está contada con la inclusión de sus propios mate­riales de archivo cuyo fin es de otra índole a la de los materiales históricos, que acompañan para sugerir y evocar, extender la experiencia de la historia de un hombre a la de un colectivo, al tiempo que los de la historia de Salvador son lo fundamental.

La cámara en Km.C-62, además de atestiguar la travesía biográfica del nómada del riel, entronca con la tradición de aquellas vistas de la época Lumiére, cuando los operadores colocaron sus aparatos sobre trenes (y también en lanchas, góndolas, carros tirados por animales, automóviles: movimiento) o los pusieron fijos para captar con pasmosa profundidad de campo la llegada de trenes a las estaciones. Los apuntes de viaje, los detalles de sitios por los que transcurre el periplo, a la manera de los travelogues, contribuyen a dar la idea de la magnitud del viaje y la variedad de lugares y paisajes recorridos por los nómadas fílmicos.

 

 A otro nivel aún más elevado está quien no aspira a condicionar ni a divertir a la audiencia, sino a compartir algo en toda su complejidad.

Michael Rabiger

 La idea de historia de vida que priva en Km. C-62 es un artefacto activo y operante, metódico, no pasivo y complaciente, como en algunos 'docs', que no sólo contraen su nombre sino sus alcances, y aceptan como historia de vida una cantidad de fabulaciones de diversa especie que sus “personajes” parlan pero que no demues­tran.

Km. C-62 transmite la sensación de un conocimiento personal y de primera mano de la vida de Salvador porque pone en relación equilibrada puntos vitales del indi­viduo, de su grupo, de su ocupación y del contexto pertinente. Salvador es una persona que por sus características puede ser puesta a cuadro con frecuencia, lo que crea un lazo con el espectador, al menos en mi caso. Se aúna a ello las ca­racterísticas de la vida de Salvador, y la combinación es fuerte, como para caer en la tentación de hacer un documental superficial, populachero y colorido. Lo que el trabajo de Roca proporciona es una ventana a y un espejo de una parcela de la realidad mexicana, deja ver un diseño de contenido que plantea, quizá a partir de la vida de Salvador, a) el conocimiento de la industria ferroviaria, su historia y su importancia; b) el conocimiento de cómo se expresa culturalmente esa historia, tanto en el mismo Salvador como en un ámbito más amplio.

Con la ideación de esos recursos y su concreción, en el relato es posible darle a Salvador su sitio, lograr algo fuera de la lógica del docs reality-melodrama contemporáneo, y que estriba en no domesticar a la persona de carne y hueso, no de­positar en ella todo el peso del trabajo; no embalsamarla explotándola como personaje de espectáculo, sino mantenerla viva. Con los recursos cinematográficos adecuados es posible superar la zona pintoresca y anecdótica para explorar más a fondo la temática elegida, poner a la luz otras de sus facetas y mantener el interés en la narración. Esto es aplicable a cualquier documental, pero muy en especial para aquellos que se asumen parte de un proceso de investigación social que usa lo audiovisual como instrumento de su investigación y también como un “producto final que sirve para comunicar la propia investigación”.[i]

En el panorama del documental mexicano del siglo XXI, Km. C-62, un nómada del riel se sitúa en varios ámbitos, siendo uno de ellos el del documental como divulgación de una investigación científica social, con la particularidad de que se trata de la parte de un díptico que tramita el conocimiento generado en dos modos de comunicación, el escrito y el audiovisual, cada uno haciendo uso de sus características, de tal manera que Km. C-62, el libro (http://bit.ly/2h5Pt94) tiene muchos puntos de contacto con Km. C-62, el documental, pero no es la versión escrita del documental, ni el documental es la versión filmada del libro, lo que me parece nos pone frente a un ejemplo excepcional, al menos en México. Se desprende de lo anterior que el proyecto Km. C-62, en especial el documental que se comenta, trasciende un rasgo frecuente de este tipo de trabajos, pues no lo anima hacer alarde de la metodología, uso de fuentes, estructura, abundancia de datos, etcétera -indicadores de que su público elegido es el de sus pares académicos-, sino que se empeña por acercar el conocimiento generado a un público lego, cuidando de no perder rigor y atendiendo a los recursos expresivos, estéticos, dirían algunos.

 

 ¿Cuál será el porvenir de mi pasado?

José Emilio Pacheco

El viaje termina en un auditorio habilitado como sala de proyección. En su pared blanca el nómada del riel nos cuenta su vida. He estado presente en dos exhibiciones de Km. C-62 con público abierto en la Ciudad de México, como actividad de cine club. Aún con la precaria forma de difundir las funciones, casi como un hecho barrial, de boca a oreja, volantitos casi de era del mimeógrafo, se formaron audiencias variopintas entre las que destacaron los rieleros jubilados. En una de esas sesiones, la charla posproyección, estimulada gracias la presencia de l@s realizador@s,  patentizó la diversidad de los tipos de lectura y de asimilación del trabajo por parte de los presentes, desde la ampliación de lo expuesto por el documental, las denuncias políticas, los motivos de la virtual desaparición del sindicato hasta, los más jóvenes, preguntas más centradas en la forma visual del material. Muchas solicitudes para obtener una copia de Km. C-62.  

Por fortuna, en este mes el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, institución a la que pertenece el Laboratorio Audiovisual de Investigación Social, LAIS,  http://lais.mora.edu.mx/, centro generador de éste y otros valiosos documentales[ii], salda una deuda al poner en internet Km. C-62. Un  nómada del riel  (http://bit.ly/2zc1pwD) y otros audiovisuales ahí producidos.

Sin embargo, lo virtual no sustituye la reunión, el visionamiento colectivo, la charla. A lo mejor nos fuimos con la finta de que al poner los materiales en red ya no necesitamos del contacto humano que el cine puede propiciar y que muchas veces lo trasciende.

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Ficha técnica:

Km. C-62. Un nómada del riel

México. 2000. 85 minutos

Investigación y realización: Lourdes Roca

Guión: Jacinto Tejedor y Lourdes Roca

Fotografía: Carlos Hernández Marines

Edición y posproducción: Carlos Hernández, Paris García, Felipe Morales y Lour­des

Roca

Producción del proyecto Historia Oral del Instituto Mora, con el apoyo de CONA­CYT/

FONCA-CONACULTA

Distribución: Plaza y Valdés editores

 

Menciones en el texto corresponden a

Alexiévich, Svetlana. La guerra no tiene rostro de mujer. DEBATE. 2015

Nichols, Bill. Introducción al documental. UNAM. 2013. http://www.libros.unam.mx/digital/V7/25.pdf

Pacheco, José Emilio. Desde entonces. ERA. 1980

Rabiger, Michael. Dirección de documentales. Instituto Oficial de Radio y Televisión. RTVE. Madrid. 2001.

Rosenthal. Alan. Writing, Directing and Producing Documentary Films and Videos. South-ern Illinois University Press, Carbondale and Edwardsville. 2003

 

[i] Randal M. Whaley, citado en Tosi, Virgilio. El lenguaje de las imágenes en movimiento. Teoría práctica del cine y la televisión en la investigación científica, la enseñanza y la divulgación. Grijalbo. 1993

[ii] Una breve referencia a De la tele a la boca… En el volcán insurgente Núm. 44.