Número 5

11 ria colectiva. Por eso la construcción de la categoría de “ desaparecido ” – producto de nuestra América, y que no en vano se pronuncia en español- expresa un traba - jo de resistencia contra el borramiento en lo espacial, lo histórico y lo simbólico. Esa categoría es un signifi - cante de la violencia de Estado. Mejor aún, un signifi - cante mantenido contra la denegación del pensamien- to. Sostener abierta la cuestión de los desaparecidos es rehusarse a la expulsión de sus muertes fuera de lo pensable, y por tanto rechazar el enquistamiento sin término de la violencia. Y otra cosa esencial: es repeler la complicidad en el asesinato del pensamiento . Por supuesto que la catástrofe social producida por las dictaduras terroristas de Estado de nuestra América en el siglo XX reviste diferencias importan - tes y múltiples con respecto a la violencia y al terror desplegados hoy por los Estados neoliberales, parti - cularmente por el de nuestro Mexico actual. Pero he elegido no ese tema, de suyo imprescindible y por hacer, sino el de las continuidades. Una discontinui - dad que no obstante quiero enfatizar es la de que en estos últimos la posibilidad de hablar y conocer existe, al menos de modo parcial y por regiones, en cuanto no convoca la inminencia de la aniquilación física inmediata y segura. Sin embargo, los trasvasa - mientos, las continuidades, resultan inquietantes. La irrupción del horror comporta la concurrencia de dos

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