Número 5
12 elementos contrastantes. Por un lado, la brutalidad. Y por otro la impostura de la racionalidad (de la ley, en sentido amplio). En ese aparejamiento, el peligro o la amenaza se experimenta siempre en los extremos: la estridencia o la obturación . Nunca se sabe -saber en la dimensión de oposición al desconocimiento, a la mutilación de la evidencia-, nunca se sabe si el riesgo se sobreestima , o se subestima . Pienso en la violencia propia de las políticas neo - liberales que, como sabemos, demuelen el tejido social, y vacían la democracia hasta pulverizarla. En Mexico, articuladas al lugar geoestratégico que Es - tados Unidos le asigna como campo de batalla de su “seguridad interior”, han acabado por sedimen - tar en el horror de un desangradero . En relación a la violencia económica neoliberal Vivian Forrester se preguntaba en los años 90: “¿es preciso merecer vivir, o sea ser rentable, explotable, para tener de - recho a vivir?; ¿pero qué pasa con el derecho a vivir cuando se prohíbe cumplir con ese deber, cuando lo que se impone se vuelve imposible?” Y afirmaba: el neoliberalismo cierra en forma permanente los ac- cesos al trabajo...En estas circunstancias ¿es normal, es lógico imponer lo que no hay? ¿Es siquiera legal exigir lo que no existe como condición necesaria de la sobrevivencia? 6 . Hoy sabemos mucho más acerca de la quiebra civilizatoria que comportan las políticas neoliberales: el desfondamiento salarial, la precariza - ción del trabajo, la privatización masiva de los bienes nacional populares y los recursos naturales, la inmi - nencia permanente de los colapsos económicos que se abate como catástrofe siempre anunciada sobre los grupos subalternos, los negocios legales e ilega - les del poder con todo, apalancados sobre la expro - piación del presente, el pasado y el porvenir de las sociedades. Ésta no quiere ser una lista exhaustiva, pero es necesario señalar someramente, junto a los económicos, los horrores políticos propios del neo - 6 Cfr Forrester, V., L horreur économique, Paris, Fayard, 1996. liberalismo. Los amafiamientos de toda índole del poder político estatal nacional-transnacional, verte - brados sobre la despotenciación, el vaciamiento y la pantomimización de los poderes de las instituciones democráticas. Las políticas secretas y sus aparatos paralelo-clandestinos, protegidos contra esas insti - tuciones democráticas; la deslocalización del poder respecto al control, la presencia y la participación or - ganizada de los grupos subordinados; las elecciones fraudulentas; la pulverización de las Constituciones en lo que ellas registran de construcción democráti - co-popular; la multiplicación de autoridades ad hoc que no responden a ningún electorado. Y la impu - nidad de los responsables, que enuncia: es la “única política posible”, “no hay alternativa”. Lo siniestro, decía Freud, es ese lugar donde la actualidad alucinada y el desconocimiento de la per- cepción alcanzan una distancia ínfima. Y además, sostenía, buscar experiencias y percepciones en esa zona es una de las fuentes de la eficacia del terror. Porque la amenaza coloca la evidencia en un sitio donde la distancia entre lo que “no puede ser” y sin embargo “es”, no resulta fácil de discriminar. Donde el criterio de realidad sobre lo espantoso es equívoco y funciona en el exceso: lo que es, es imposible de creer . Esto empuja al discernimiento hasta los límites del letargo y la estupidez: “no pasa nada” 7 Así, si hay una frase que haya consagrado en el decir histórico la distancia entre los que atrave- saron el horror y quienes pudieron evitarlo es esa de las víctimas, que afirma: “ ustedes no pueden sa- ber ”. Y que coincide siempre en espejo con la de los indemnes:” nosotros no sabíamos ”. ¿Qué manifiesta y qué oculta esta antinomia aparente, que insiste, atra - viesa el tiempo, el contexto y las geografías, desde el holocausto hasta la globalización neoliberal actual? Qué, si no el muro de silencios que separa universos 7 Freud, S., “Lo siniestro”, en Obras Completas, T. III, Bi- blioteca Nueva, Madrid, 1981.
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