Número 5
13 de experiencia que han dejado de tener una medida común entre sí. El terror que producen las políticas neoliberales en nuestros días apunta a quebrar la medida común de lo humano que habíamos logrado construir a través de organizaciones, derechos, valo - res, instituciones, prácticas, todo lo que podríamos condensar en los conceptos, las obras y los sueños colectivos de la democracia como soberanía popular efectiva. Ese terror comporta una reconformación generalizada del campo del poder, de lo político, lo social, los espacios y las historias colectivas, en la que se manifiesta la sombra, la huella, y el anuncio de un crimen. Por eso, sin la elaboración, sin la sanción simbólica y práctica de ese despeñadero, la guerra parece devenir irreversible: la guerra contra los po- bres, pero también la guerra de los pobres contra otros más pobres. La guerra de los asustados contra los que sobran. Las xenofobias y la multiplicación de los enjaulamientos de todos los que sienten que tie - nen algo que perder, aunque sea nada. La extranjeri - zación, el fuera-de-lugar masivo de todos los “otros”, que por supuesto somos todos. No es poca cosa para los poderes dominantes haber llevado a todos esos hombres y mujeres a mendigar un trabajo, cualquier trabajo, a cualquier precio, a donde sea. Aún a costa de la muerte, en ese extranjero global, gigantescamente ampliado, que es hoy la patria de los pobres como anverso orgánico de la patria global del capital. Tampoco es poca cosa tener a su merced a los que aún tienen trabajo, o derechos. Obligarlos a aceptar su preca - rización, el desmantelamiento de todas sus organi - zaciones, sus inscripciones sociales, sus derechos, sus espacios y sus historias como condición para el empleo. Haber puesto a los jóvenes en la más ab - soluta vulnerabilidad material, social y cultural –ni trabajo ni educación, esa nada que cobra cuerpo en las multiplicadas formas de la muerte que nos ase - dian. Pero hay más: a legitimar, junto a esas situa - ciones, otro mecanismo paradigmático del terror: la responsabilización del agredido . En esta línea, volvamos a la figura de la desapari - ción forzada, condensación paroxística de los meca - nismos del terror. Ahí la perpetuación del des-conoci- miento de su muerte articula con la prescripción a la familia para que ella asuma el acto de nombrarlo-ins- tituirlo muerto . Igualmente, en el caso de la violencia neoliberal que acuerpa en nuestros des-empleados, des-echados, a-terrados, criminalizados de todo tipo, la superfluidad respecto de lo humano no es un jui - cio que emita el Estado, o el mercado. Como se sabe, el mercado en cuanto entidad inmanente no decide nada por sí solo, porque es un mecanismo cuya ló - gica y acción están articuladas y subordinadas a una construcción político-social, que hasta hoy continúa condensándose en el Estado. La intervención de éste, por medio de la acción o la omisión, sí es, en cambio, decisiva. Pero el Estado neoliberal no emite un juicio de aquella índole. Naturaliza la exclusión, privatiza la responsabilidad, culpabiliza a las víctimas y gestiona su inimputabilidad con la invocación-construcción del Mercado-Sujeto. Pero no declara la exclusión de lo humano del desechado , salvo si el desechado ad - quiere el carácter de “ enemigo ”, categorización polí - tica que depende de una Teoría de la Seguridad, ya desde los años 70 de índole transnacional y centrada en la aniquilación del “enemigo interno” . Hoy y aquí esa categoría corporiza de modo privilegiado en el “narcotraficante” – y el “terrorista”, mejor aún si es posible una combinación de ambas-. En Mexico, el Estado ha declarado una guerra a este enemigo com- plejo y multidimensional, condensación de muchas de las violencias que venimos examinando. Propio de la dinámica de toda guerra, ella se extiende a los que nombran y denuncian el arrasamiento civilizato - rio que comporta. Y, por supuesto, a los que puedan atravesarse en su trama siniestra, que somos todos. Ha desatado con ello un horror masivo que desgarra y desangra todo el cuerpo nacional. Afirmaba Armando Bartra el año pasado: “nos amanecemos con las cifras de los ma -
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