Número 5

40 El año de 1988, la mesa directiva de la Asociación de Usuarios del arroyo Las Trancas para uso domés - tico, que aglutinaba a seis de los fraccionamientos campestres, discutió la respuesta ya dada a una peti - ción de las autoridades municipales de apoyar finan - cieramente la fiesta del santo patrón. Lo dicho y lo acordado resume el pensamiento de la gran mayoría de colonos. Se argumentó que era arbitrario el hecho de que a cada habitante de la cabecera municipal y demás localidades se les fijase una cuota de 10 mil viejos pesos, mientras que a cada dueño de lote en los fraccionamientos campestres se les asignaba una cuota de 30 mil. Y usando un argumento discutible, se dijo: “¿para qué quieren tanto dinero, si no lo pueden gastar en una fiesta por muy grande que sea?, eso no es racio - nal. Si solo se recaudasen 10 mil pesos, cada uno de los diez mil habitantes de Huitzilac, obtendrían cien millones de viejos pesos. Es ya un buen negocio”. No se aclaró que cada habitante no es titular de familia. El acuerdo de hecho había sido que cada fracciona - miento aportase solo 25 mil viejos pesos para la fies - ta del Santo Patrón. 43 Desde su fundación, la Asociación de Usuarios del Agua había estado tensada en su relación interna por el asunto de las cuotas del agua, emanadas más que de su distribución legal, de su acceso a los prin - cipales cargos directivos. A través de ellos se ejercía un control real sobre volúmenes, turnos de abasto de agua e influencias políticas. La pugna tradicio - nal entre Monte Casino y San José de la Montaña, se dirimía dentro de los cauces participativos de di - cha organización, hoy día virtualmente escindida y enfrentada política y judicialmente. Las autoridades municipales de Huitzilac, incidieron en este conflicto tomando partido y agudizando y complejizándolo. 43 Asociación de Usuarios del Arroyo Las Trancas, acta de la sesión de 2/7/1988. Cerrando líneas En el ejemplo que nos ocupa, el mercado capitalista borró las fronteras entre lo interno y lo externo. La tierra y los bienes que de ella o de la práctica cultural de los hombres se derivan sonmercancías. Y esto que parece una verdad de Perogrullo, se olvida cuando se evalúan los costos ambientales –erosión del suelo y por tanto el empobrecimiento del mismo, pérdida de hábitats, de vegetación, de animales–, traducidos en deterioros de la calidad de vida y en amenazas sobre la vida rural y urbana. Cuernavaca es una ciudad no sustentable y por extensión lo es también su entorno rural: por su alicaído monte y por la contracción de sus mantos freáticos. Las interacciones conflictivas reseñadas no sólo se enmarcan en la relación entre colonos y huitzile - ños, sino también entre los huitzileños mismos. La lucha por el agua y los recursos del monte y la tierra urbanizable es real, pero va acompañada de sus res - pectivas cuotas de poder y prestigio. De fondo los huitzileños, más allá de su posición parcializada, apuestan a capitalizar un momento pro - picio para municipalizar la red de agua. Todo parece indicar que la temperatura del conflicto en el espacio huitzileño, al ritmo expansivo de la crisis económica, seguirá enfrentando de muchos modos a los colonos fuereños y a los nativos de Huitzilac. La actual admi - nistración del municipio, aunque respeta los polos de la tradición, carece de una política transparente fren - te a los actores sociales más agresivos de la moder - nidad, sean nativos o foráneos. Las redes de paren - tesco generan permisividad y otros extravíos cívicos. Según algunos lugareños, también juegan en contra los miedos paralizantes que tienen las autoridades locales y estatales frente a las bandas delictivas que han convertido ya algunas zonas y parajes en autén - ticos baluartes. Créditos de imágenes: http://www.omnia.com.mx/noticias/detectan-paraje-de- tala-clandestina-en-morelos/ http://www.jornada.unam.mx/2009/04/24/estados/037n1est

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