Número 6

21 des para la memoria y la energía que proporciona - ban las inyecciones de testosterona. Varias lecturas y argumentos parecían darle la razón.  De otro lado, la senectud, la soledad, y la desposesión se lleva - ban de la mano. Ricardo tenía un afán muy suyo de desposesión, vena ideológica radical. Esta filosofía nutría también sus excesos cuando disparaba todo tipo de dardos contra los valores de la burocracia grande o minúscula, también contra la pequeña burguesía, sentía que representaban política y cul - turalmente un freno al cambio, a la justicia social, a la libertad de su pueblo. Reproducía ese viejo estig - ma hacia la pequeña burguesía y los intelectuales cribado con diferencias tanto por la izquierda esta - linista como por el trotskismo. Ferré pretendía exorcizar la soledad en la con - versación, su memoria y su infaltable ironía apare - cía en sus recuerdos y en sus decires. Muchas veces habló de su hijo mayor, el que vivía en Estados Uni - dos y de quien se sentía orgulloso; también de su pequeña hija. Recuer - do dos anécdotas relativas a su niña contadas por él mismo, su atrevida excursión en canotaje quién sabe por qué rápidos del sureste y su caí - da al agua. Tratándose de un hom - bre de avanzada edad, no era cual - quier cosa, eso de transmitirle a su hija, los valores del viaje,  la audacia y la aventura, más allá de los ries - gos. La otra anécdota, su deseo de entregarle un ordenador, de situar a su hija frente a ese instrumento que marca las comunicaciones y las vidas de las capas medias en el mundo, y construir una relación más afable con su ex pareja. Y creía que lo había logrado y se sentía bien por ello. Si estas fueron sus señas de vida, las que nutrieron mi interacción con él, interesa ahora, presentar dos entra- das a su pensamiento crítico. Un intelectual criollo: Octavio Paz Ferré fustigaba a Octavio Paz, el principal divulgador mexicano de la obra de Claude Levi-Strauss, el presti - giado etnólogo francés por sus recortes y desvaríos. Consideraba que el estructuralismo de Paz no era el de Levi-Strauss. Además de ello, filiaba a Paz como un intelectual paradojal que se dejó seducir por el ogro filantrópico, sin renunciar a su retórica acerca de la libertad. Caracterizó al autor del Laberinto de la Soledad como el principal ideólogo de la criollidad y de la hispanidad contemporánea, a contracorriente de los nacionalismos culturales y de las ideologías del mestizaje en boga. A principios de los años ochenta, la crítica de Fe - rré a Octavio Paz por su posicionamiento cultural en la sociedad mexicana no fue nada complaciente. La hizo, a pesar de que en esos años no era usual tocar a las figuras sacralizadas de la política y del medio intelectual. No fue casual que justo en este punto,

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