Número 6
23 indígena al culto de Huitzilopochtli y de su madre, la virgen Coatlicue; se pacifica al país y se establece una dominación que dura va - rios siglos; finalmente, a través de la acción combinada del tiempo, el mestizaje y la in - doctrinación, nace una nueva sociedad “az - teca y bética, rayada de morisca…” 3 Esta ficción le sirvió a Paz de coartada ideológica para hacer más humana, esto es, más universal la em - presa de la Conquista Española en América, pero so - bre todo, para presentar al mestizaje y la aculturación religiosa como matrices inevitables y generadoras de una nueva y moderna identidad cultural. De fondo, la ficción que proponía Paz para hacer más comprensi - va, simpática y piadosa la lectura del proceso de Con - quista, se invalidó al uniformizar sus respuestas. Cada proceso de conquista, cada guerra, responde no sólo a las exigencias de resolver particulares antagonismos sociales, patrón universal, sino también de llevarlos a cabo según sus modos culturales. El escritor Carlos Fuentes le salió al paso a Oc - tavio Paz construyendo otra ficción sobre la positiva Conquista de España por los mexicanos, una real ce - lebración del mestizaje cultural. Cierto es que el au - tor de La región más transparente del aire , no men- cionó a Paz, pero la cercanía temporal, su compartido y acotado espacio cultural y las antípodas simbólicas que son inherentes al relato, no dejan duda de que se trata de una respuesta. Para Fuentes, la Conquista de España por los nativos americanos es expuesta en primera persona: “Yo vi todo esto. La caída de la gran ciudad andaluza, en medio del rumor de atabales, el choque del acero contra el pedernal y el fuego de los lanzallamas mayas. Vi el agua quemada del Guadalquivir y el incendio de la Torre del Oro. Cayeron los templos, de Cádiz a Sevilla; las insignias, las torres, los trofeos. Y al día si - 3 Paz, Octavio, “La Democracia: lo absoluto y lo relativo”, en Vuelta (México), año XVI, núm. 184, marzo de 1992, pp. 9-10. guiente de la derrota, con las piedras de la Giralda, comenzamos a edificar el templo de las cuatro religiones, inscrito con el verbo de Cristo, Mahoma, Abraham y Quetzalcóatl, donde todos los poderes de la imaginación y la palabra tendrían cupo, sin excepción, durando acaso tanto como los nombres de los mil dioses de un mundo súbitamente ani- mado por el encuentro con todo lo olvidado, prohibido, mutilado... Cometimos, algunos, crímenes,.. es cierto. A los miembros de la Santa Inquisición les di - mos una sopa de su propio chocolate, que - mándoles en las plazas públicas de Logroño a Barcelona y de Oviedo a Córdoba... Sus ar - chivos los quemamos también, junto con las leyes de pureza de la sangre y cristianismo
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