Número 6

36 creción que define disyuntivamente los actos buenos de los malos; el intelectual no escapa a esta dimensión y, además, se encuentra obligado a llevar el análisis hasta el nivel del concreto pensado de la explicación ; por lo tanto es mejor mantener una postura valorativa bajo criterios y principios éticos explícitos. Es preciso derivar desde la Ética y la Política de la Liberación , hacia una ���������������������������������� Ética de la Ciencia Social del in- telectual crítico, bajo el principio universal del asegu- ramiento de la producción, reproducción y desarrollo de la vida humana en comunidad bajo una democra- cia participativa . (Dussel 2000, 2007, 2009) Por lo tanto, para ascender a la crítica será preciso denunciar el incumplimiento de este principio en todo momento en el que hemos podido lograr bajo el ob - jetivo cognitivo de la explicación , conocer que a pesar de haber sido factible cumplir con este principio, no ha sido así. También es tarea exocéntrica el rescatar las historias y procesos donde si se cumplió para traer al presente como historia ejemplar tales procesos. Apostamos por la constitución explícita de un intelectual orgánico que asumiendo el sitio que tie - ne en la sociedad, y considerando su lugar en las re - laciones sociales de producción, ejerza como tal su práctica académica éticamente dirigida. La apuesta final es la de lograr desde la factibilidad teórica de una práctica intelectual éticamente responsable, una práctica que se transforme en praxis cotidiana de li - beración, una praxis que se constituya como acción vigente, dirigida por la tradición del bien, por el bien actuar cotidiano; se logre así una ortopraxia intelec- tual (Dussel 1985); una ortopraxia que se mantenga atenta a la crítica que la acción y la retroalimentación permita, una ortopraxia falible, siempre planteada como hipótesis, siempre reevaluada, reconsiderada. Es preciso evitar así la fundación de nuevos centris - mos, de metanarrativas ahora desde la periferia. 5 La crítica, que como reafirmación permanente y condición primera, deberá mantenerse en función incluso consigo misma como Crítica de la Razón Utó - 5 Véase Castro-Gómez (1996). pica 6 pero más allá de ella, como una Crítica de la Razón Crítica, para nunca fundar dogmas. El intelectual en la Ciencia Social topa regular - mente con la noción del llamado “patrimonio cultu- ral”, tanto en su registro, interpretación, como en la explicación de procesos vinculados con el orden de la patrimonialización de signos culturales que en el Capitalismo se han vuelto materia de control y punta de lanza en programas incluso mundiales, como los establecidos por la UNESCO y su tal “patrimonio de la humanidad”. La cuestión del “patrimonio cultural” así llama - do, enmascara un proceso mayor, de fondo, se tra - ta de lo heredado , categoría de formas y contenidos sociales que son legadas generacionalmente, incluye en lato sensu el total de efectos tanto de organiza - ción para la producción, para la reproducción y el sistema de valores, mientras que en stricto sensu , sin necesidad de intermediación de las muchas institu - ciones que ahora se arrogan tal función, las socie - dades construyen parcialidades de ese todo para la reproducción de la identidad diferencial, esto es, no todo lo heredado termina siendo parte del proceso de patrimonialización que ejercen las sociedades. El cómo lo logran depende de los mismos procesos generales de cómo se articula la sociedad para la producción. En el caso del Capitalismo se confunde deliberadamente patrimonio con atractivo turístico. En la sociedades como la nuestra, existen por un lado los procesos sociales democráticos participativos co - munitarios para conservar el patrimonio e incluirlo sistémicamente al sistema de valores vigente, como las instituciones de representación política que se encargan por mandato de este proceso, no siempre con los mejores resultados. La situación problemática deriva de la incompa - tibilidad orgánica de lo heredado en general, con lo que las comunidades pretenden como patrimonio, y con lo que las instituciones deciden que es patri - monializable. En este juego de fuerzas se intervienen 6 Véase Hinkelammert (1984).

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