Número 6

40 ños que “cercaron” con listones a los gigantes ame - nazados de muerte, acto simbólico y educativo para la niñez del poblado pero que no logró conmover a taladores y menos al cacique Pedro Canales y proce - dieron al sacrificio de las acacias. Ante este nuevo atentado, se reunieron unas sesenta personas, una mayoría de mujeres, que im - pidieron una mayor destrucción pues ya eran doce los árboles derribados. Se habló con los taladores, se les conminó a que frenaran sus impulsos destructo - res, explicando el daño ¿irreversible? que ocasionan a un medio muy frágil, un entorno muy vulnerable como es el bosque y sus diversas especies que ahí conviven. Fue esta y, en otro momento, otra ex - hortación para que no dañaran el preciado bosque. Todo fue en vano y los talamontes siguieron en su cometido: marcar, derribar, transportar y burlarse de enojos, impotencia, listones simbólicos y de una población humillada en sus anhelos. Sin embargo, y sin que hubiese acuerdo, un plan, un propósito defi - nido, alguno de los pobladores confrontó y arrebató la motosierra al talador y acto seguido, con la propia gasolina del aparato, la incendió. Otros pobladores hicieron lo mismo y ya las llamas abrazaban al arma mortal. Un tercer talamontes logró huir y salvarse de la ira colectiva. ¿Cómo no recordar la célebre obra Fuente Oveju- na de Lope de Vega? El drama de quienes se toman justicia por su propia mano al agotar las vías legales, leyes y ordenamientos que nada hicieron para enjui -

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