Número 11
5 vergonzante Graco Ramírez, el flamante gobernador electo del estado de Morelos, con su interesado gui- ño a Peña Nieto, que lo deja en pelotas, tanto como su pasado político. Es también de esta especie ca - maleónica Irragorri, cambiando de camisetas políti - cas como si fueran modelos marca. La moral pública está por los suelos y los jóvenes se han sublevado, quieren subvertir ese anti valor que reina en nuestro medio de quien no transa no avanza. La cultura política mexicana, en sus propias con - tradicciones, valida e impugna las excrecencias del proceso electoral de 2012. Sin embargo, la correlación de fuerzas se inclina en favor de las élites dominan - tes, las que ejercen los poderes fácticos que se sirven de la maquinaria mediática del duopolio Televisa-TV Azteca de las familias Azcárraga y Salinas Pliego, la cual penetra en la mayoría de los hogares mexicanos, tanto por sistema abierto o de cable, sin distinción de clases en sus alcances, pero sí en sus objetivos y en su arbitraria y manipuladora direccionalidad. La política mexicana vive su crisis más profunda, al ver escindida la cultura de la sumisión y desgas - tada la maquinaria mediática de la dominación. En este proceso, sin embargo, observamos con preocu - pación que la intelectualidad universitaria, en gene - ral, y la del INAH, en particular, hayan quedado a la zaga del movimiento estudiantil, tan a la zaga y ané - mica de fuerzas que los integrantes de nuestro colec - tivo En el Volcán , oscilamos entre la consternación y la vergüenza. Nuestra intelectualidad crítica, desde hace un par de décadas, salva su conciencia moral con inter - mitentes pronunciamientos en campos pagados en los diarios nacionales o regionales, o reproducidos en las secciones gratuitas de cartas al Director. Re - sulta lamentable su escasa participación en la pro - moción y participación en los debates académicos sobre el drama nacional y sus perspectivas de futu - ro. El torremarfilismo de la intelectualidad univer - sitaria es resultado de los nuevos tiempos, de sus desencantos ideológicos, de la fractura de sus sindi - catos y de sus redes solidarias, de su contentamien - to con la política de la zanahoria (SNI y programas de estímulos), de su soñada adscripción a algún estrato de la “nobleza cultural”. La perversa seducción de las imágenes La autoridad mediática, como la política, construye en su retórica y en su manejo de imágenes un noso - tros figurado, una identidad colectiva a la medida de sus intereses; aquella que acepta la realidad virtual que nos presenta. La realidad que vivimos es otra, diferente a la que se pretende incrustar en nuestro imaginario social. La capacidad corporativa de per -
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