Número 12
27 Emergencia de escuelas filosóficas helenistas Marlon Martínez Vela Lic. en Historia de México UACJ C uando se hace referencia a corrientes o escue- las filosóficas del helenismo generalmente se recuerdan unas más otras menos pero sobre todo se les evoca mal. Por una parte, se lo atribuyo al desconocimiento de los principios de cada una de ellas (al menos de las que abordaré en el texto) y sobre todo del contexto histórico en el que surgen. Si se descontextualizan los preceptos filosófi- cos que se proponen para alcanzar la eudaimonía , 1 se entenderán como medidas por demás excén- tricas o verdaderas tomadas de pelo. Porque para qué recomendaría Diógenes de Sínope castigar al cuerpo o disciplinar mediante ejercicios como re - volcarse desnudo en la arena caliente durante el verano o en la nieve durante el invierno. O por otro lado, cómo se tomaría el hecho de que un personaje como Pirrón determinara eli- minar los juicios sobre cualquier temática, y así dejar solo espacio para la experimentación de la realidad porque es lo único que puede percibirse totalmente. Es decir, no calificaban algún objeto o elemento de la naturaleza con ningún adjetivo porque eso era emitir juicios y siempre se podía emitir uno contrario. Por lo tanto, los escépticos resolvían abstenerse de emitir cualquier tipo de 1 En términos sencillos pero sin querer caer en la simplici- dad, se trataría de llegar a un estado de felicidad del ser, del ethos perseguido por medios o caminos diversos. juicio y quedarse en la experiencia de lo vivido. Como puede verse, semejantes propuestas nos parecerían un tanto cuanto descabelladas si trata - mos de llevarlas a cabo en nuestra vida con todas las vicisitudes del siglo XXI. Así pues, conviene tener una idea más o menos general de lo que ocurría en esa parte del mundo al momento de la emergencia de las diferentes propuestas filosóficas como el estoicis- mo, el epicureísmo, el cinismo y el escepticismo. Para ello, hay que remontarse a la época de los diadocos, incluso un poco antes. En ese mo- mento, Alejandro de Macedonia dominaba el mundo occidental conocido hasta entonces. Con su gusto por lo griego exporta o impone las expre- siones culturales artísticas al lugar donde pone su pie, claro en la medida de lo posible. Sin embargo, cuando muere, y al no tener un heredero directo, sus principales jefes militares se disputan todo el territorio dominado, así, se dividen regiones y co- mienzan a fortalecerse para preparar la conquista de los otros fragmentos de tierra. Esto se vuelve una guerra con tintes mafiosos impresionantes. ¿Cuáles son las consecuencias de esta ruptura a gran escala? Desaparece la ley, las rutas comer - ciales se ven interrumpidas, los grandes terrate- nientes pierden sus propiedades, hay asesinatos en todas las escalas y en todos los sectores, ya no se puede viajar de un pueblo a otro sin ser asalta- do o asesinado. Hay saqueos, bandolerismo, y se fomenta la esclavitud por parte de las conquistas regionales. Entonces, los que organizaban su fies- ta a tope eran los mandamases pero los que se morían de hambre, acuchillados, en las prisiones
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