Número 12
7 cretaría de Hacienda de que los impuestos indirectos son “democráticos”, toda vez que el volumen mayor de dicha recaudación proviene no de las élites, sino de los sectores populares. Es falaz también que la tasa tributaria directa aplicada en nómina a los sueldos de las capas medias sea “justa”, cuando en términos sin- gulares y porcentuales globales, resulta mayor que la que se aplica a las élites más poderosas del país. Es falaz asimismo que las políticas de rescate financiero y otras, “representen a los intereses de la nación o del pueblo mexicano”, cuando una política tributaria con cierta equidad no es posible si este estado recaudador sólo protege a las élites oligárquicas. El Estado recaudador no es “nacional” ni “po- pular” y no lo es, porque se sostiene en su apara- to de fuerza y en su poder mediático y representa fundamentalmente a las diferentes fracciones de la burguesía nativa, más allá de sus propios disensos y conflictos de intereses. La estigmatización de los jóvenes se suma a otras: la de los pueblos originarios, la de las mujeres que re- claman el ejercicio soberano sobre su propio cuerpo y de su salud reproductiva, la de aquellos que se adscri- ben por sus preferencias sexuales lésbico-gay, la de los jubilados y adultos mayores excluidos o marginados de los servicios como los de salud o de transporte pú- blico, y son excluidos también de la protección frente a las nuevas formas de violencia simbólica o real de que son presas. La estigmatización justifica las accio- nes de fuerza del Estado Gendarme. Preocupa que el Estado en México continúe afir- mando en los hechos su carácter etnocrático median- te su política de exclusión y opresión de los pueblos originarios. La reproducción del colonialismo interno bajo el tutelaje de los sucesivos gobiernos, prueba que las clases dominantes han sido incapaces de modelar un Estado pluricultural respetuoso de la real diversi- dad étnica del país, independientemente de toda jer- ga discursiva oficial en torno a esa “pluriculturalidad”. La construcción mediática del miedo en la so- ciedad mexicana ha justificado lo injustificable, como es el cado del crecimiento de las fuerzas armadas y policiales en grados nunca antes vistos, mientras que en los demás países latinoamericanos la tendencia re- ciente ha sido en sentido contrario, esto es, a favor de la reducción del gasto militar y policial. Imaginar como posible una amenaza militar en la frontera sur por parte de Belice y Guatemala sería un desvarío, por lo que se sobredimensionó la amenaza interna del EZLN para gestionar un derroche de recursos en la construcción de modernísimas instalaciones milita - res, armas y, sobre todo, en el fortalecimiento de las jerarquías de los mandos con jugosos incrementos económicos y canonjías. Y por el norte, ya no hay te- mor al coloso imperial gracias a la Aspan y a nuestra integración subalterna en lo económico, en lo político y en lo militar. El gobierno mexicano ha puesto a sus fuerzas armadas bajo el tutelaje del Comando Norte, brazo novísimo del Pentágono, concretando una leal- tad basada en la renuncia ascendente a la soberanía nacional y evidenciada en la agenda compartida del PAN y del PRI, así como en la de algunos conocidos pe- rredistas que entraron sin rubor al colaboracionismo con Estados Unidos y el gobierno espurio de Calderón. ¿Qué estamos haciendo de esta patria secues- trada y ocupada con nuestra indiferencia o temor ciudadano? En plena guerra fría y bajo el bastón de mando de varias dictaduras militares, el gasto militar total en América Latina fue de 1,500 millones de dó- lares; eran los inicios de la convulsa década guerrille- ra guevarista. 6 En 2007, en el primer año del gobier- no ilegítimo de Calderón Hinojosa, el gasto militar en México, representó 4,279 millones, casi el triple, co- locando en vitrina las vergüenzas de una democracia fallida en clave panista. Recordarán los lectores que Felipe Calderón, en 6 SIPRI, The Arms Trade with Third World Countries , New York: Colmes: Meir Publishers Inc, 1975, p.259.
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=