Número 14
7 del agua considerando la posible recepción de los lu - gareños de los dos incendios generados en tiempos de secas y que afectaron a la iglesia local según Mar - tha Delfín: un 19 de marzo de 1844 y un 16 de abril de 1930. La autora da cuenta de la existencia de un expediente en el archivo parroquial sobre el segundo evento quemante y predador. Asociando este culto emergente pos incendio que afectó el lugar hegemó - nico que otrora tuvo el Cristo redentor se abren más interrogantes que certezas. Tradición inventada que no puede dejar de re - cibir las marcas culturales de un territorio cultural y étnicamente diverso. La recepción del proyecto evangelizador pasó tempranamente de los francis - canos a los agustinos, dejando en el imaginario de los pobladores de Tingambato sus simbólicas hue - llas. No es casual que el origen de tal culto haya sus - citado disensos que Martha nos presenta en apre - tada síntesis: […] existen diversas opiniones sobre dos asuntos: desde cuando se le festeja y des - de cuándo se le rinde culto como se hace en la actualidad, es decir, una celebración comunitaria que contempla el cuidado que durante un año realiza el carguero que lo alberga en su propia casa colocándolo en un altar. Según Aguilera Montañez y Prós - pero Maldonado, fue en la década de 1930 o quizás 1940 que el sacerdote Reynaldo Ávalos organizó a la población para reali - zar un culto comunitario en honor del Niño Dios. Es decir, ellos calculan un periodo de más aproximadamente 80 años de venera - ción popular y organizada hacia esta ima - gen religiosa. Precisamente, como parte de la devoción y culto, los visitantes a la casa del carguero o carguera en donde se halla el Niño Dios le llevan ropa de bebé o jugue - tes como regalo, éstos luego son obsequia - dos por el carguero a los niños de Tingam - bato. (p. 56) Martha, con ojo escrutador de etnógrafa auscul - tó durante su estancia y visitas a dicha localidad algo más que la religiosidad popular aunque sus pregun - tas principales fueron su norte: ¿Desde cuándo se ce - lebra el culto al niño peregrino de Tingambato? ¿Hay alguna relación entre el incendio de 1930 acaecido poco tiempo después de haber concluido la Guerra Cristera y el culto…? ¿Qué significa para la gente del pueblo la devoción de esta figura?, ¿desplaza a otros cultos…? entre otras no menos importantes. Martha dedicó especial atención al horizonte de la palabra hablada y escrita sin descuidar sus marcas históricas. Reconoce que algunas pertenencias lingüísticas y ét - nicas no fueron descifrables y otras se invisibilizaron en el ciclo de larga duración. Subrayó que los mes - tizajes siguieron coexistiendo con los que se adscri - bían y adscriben como purépechas. Martha realizó una prolija pesquisa en los archi - vos de la parroquia de Tingambato que no eran tan exuberantes. Quedó consternada al descubrir que la documentación histórica del ayuntamiento entre 1877 y 1952 desapareció. Martha prefiere no espe - cular, constata el hecho y deja constancia de que ob - servó caos y descuido frente a la documentación pos 1952. No me extrañaría que ese material hubiese ido a parar a un calentador de agua, como me tocó ver en mis primeras experiencias en otra región indígena. Martha visita las ruinas arqueológicas de Tinga - nio, sitio próximo al poblado colonial de Tingambato y nos aclara que aunque ha sido reapropiado por los purépechas, histórica y culturalmente le es ajeno e ingresa con buen pie a dar fundadas razones. Martha dedica un espacio a las imágenes. La del Niño Dios de Tingambato en primer lugar y desta - ca el hecho de que tiene un vestuario que permite cambiarlo día con día durante el proceso ceremonial. Uno de los vestidos que llama la atención de Marta le confiere simbólica identidad al niño Dios durante la visita a una familia del barrio 4to. Sería interesante reflexionar más sobre el vestuario del niño. La segun - da piel, es decir, la indumentaria es siempre simbóli- camente vinculante con la persona que confeccionó
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