Número 15
12 sunto carácter desacralizador. Muy por el contra - rio, todo parece indicar que los puentes culturales entre los procesos rituales religiosos y los laicos y cívicos que les sucedieron, son más relevantes que sus distancias. Consideramos que las prácticas de los ritua - les públicos de lo sagrado, sedimentadas cultu- ralmente en el imaginario de los pobladores de Cuernavaca, sirvieron de soporte de un todavía no investigado proceso de desplazamiento simbólico de sentido que se orientó hacia los rituales laicos y cívicos cumplidos en los espacios públicos. Esta orientación de lo que Raymod Aaron, el conocido politólogo francés, denominó “religión secular”, fue más tarde desarrollada por Mircea Eliade, el más prestigiado historiador de las religiones de este si - glo que ya concluye. Sobre estas hierofanías cívicas se puede observar un proceso de reinversión de lo sagrado religioso en “cierto número de objetos, ac- titudes, seres o instituciones, hasta el punto de que no siempre es fácil reconocerlo”. 1 Las tradiciones del jacobinismo liberal que pre - tendían a través de su ritualismo cívico relevar y/o suprimir a las de la religiosidad popular católica, apoyadas, como es de todos conocido, en disposi - tivos de coerción política y jurídica, fracasaron en siglo XIX y volvieron a fracasar durante la Guerra Cristera. Pero no en el sentido de que la supervi - vencia de los viejos cultos barrocos de lo sagra- do probaría su supremacía sobre sus contrapartes laicas y modernas, como han voceado y sostienen los intelectuales orgánicos de la tradición católica mexicana o morelense. Desde nuestro mirador an - tropológico, la trama cultural que nos interesa, es más bien el de subrayar y explicitar las resonancias de las tradiciones religiosas en el interior de la tra- ma misma del ritualismo cívico. 1 Jean Maisonnneuve, Ritos religioso y civiles , Her- der, Barcelona, 1991, p.77 Dicho de otra manera, proponemos que el ri- tualismo cívico liberal, fue permeado por la sedi - mentación cultural de la ritualidad religiosa. Este proceso de reencantamiento ritual se fue configu - rando gradualmente gracias a la nueva religiosidad civil promovida por el Estado y las instancias de poder local. Los límites culturales en que se in - sertó el proceso de construcción de la ritualidad cívica no son otros que el de sus descalificados ritualismos religiosos. Recordemos para tal fin al - gunos elementos constitutivos del ritual cívico, ta - les como las ofrendas florales, la circularidad del evento ritual, es decir, de su retorno celebratorio, por último, no olvidemos a la serie semántica de muerte-inmortalidad-heroísmo que exhuda el halo religioso que permea a la imagen del mártir y de la inmortalidad del alma, tan ligadas a muchos de los personajes que pueblan el panteón católi- co. Coadyuvó a la construcción del ritual cívico la fijación política de un ceremonializado calendario laico y sus respectivas e inducidas tramas rituales, vía la proyección de sus instituciones educativas, políticas y militares, a las que se aunaron los me - dios de comunicación. La regulación política de la cobertura informativa sobre los medios gráficos y electrónicos federales y estatales, tuvo como uno de sus puntos fuertes el modo de significar y regis - trar a los ritualismos cívicos. Los jardines y el ritualismo cívico urbano La remodelación del decorado urbano en Cuernava - ca y la delimitación de espacios públicos dedicados al expansivo ritualismo cívico, marcó una cierta tensión entre la confluencia y alternancia de iniciativas to - madas tanto por el Gobernador del Estado de More - los como por los presidentes municipales de las dos principales ciudades morelenses. El jardín urbano público y privado urbano que es uno de los elemen - tos centrales del decorado urbano fue una construc - ción muy propia de la modernidad. El jardín viene a cuento porque en Cuernavaca aparece asociado al nacimiento de los espacios públicos dedicados a los
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