Número 15
20 La visibilidad de los referentes y símbolos reli - giosos estaban a la orden del día, habían ingresado por arriba con la inclusión de un crucifijo en el dis - curso protocolar de Fox al momento de la asunción del mando presidencial, pero también se expresó a nivel local con la forma festiva en que Juárez fue revestido como virgen harapienta con los restos de una banderola política, además de ser flanqueado por dos vasos desechables a manera de veladoras, graffiti aparte. El carnaval escultórico y el carnaval del ritual cívico, en sentido estricto supone una simbólica inversión del orden largamente sentida por la población, al mismo tiempo dibuja a grandes trazos los no muy claros intereses y expectativas de cambio político de sus múltiples y no concen - suados actores. La guerra de imágenes librada en Cuernavaca ha tenido varios episodios. El más reciente es poco cono - cido, fue librado en una pequeña glorieta de la aveni - da Teopanzolco. La última administración panista de la ciudad determinó darle visibilidad escultórica a la figura de Hernán Cortés conforme a su ideario hispa - nista y su manera de configurar la identidad regional y nacional. Lo que el panismo no tomó en cuenta fue la reacción que suscitaría dicha imagen. Recordarán los vecinos que la figura de Cortés fue carnavalizada por los colectivos juveniles que maquillaron su rostro aplicándole rimel y lápiz de labios. El relevo político priísta en el ayuntamiento trajo consigo un acto sim - bólico que merece ser evocado: la sustitución de la escultura de Cortés por la de Cuauhtémoc. La ideo - logía del mestizaje prevaleciente en el PRI cerró un capítulo de una larga guerra de las imágenes escultó - ricas en los espacios públicos. Corolario Esta aproximación al campo del civismo y del decora - do urbano de Cuernavaca, creemos que ha cumplido su finalidad de exhibir a través de algunos ejemplos, la densa trama simbólica de sus anudamientos po- líticos y festivos, solventada por lo que hemos de - nominado un desplazamiento de la sedimentación cultural de la ceremonialización religiosa a la civil. Por tal razón, nuestra lectura dista de pretender en modo alguno presentar una historia del proceso de construcción cultural del ritual cívico y el decorado urbano en Cuernavaca. Hemos pues recurrido con cierta e intencional arbitrariedad, únicamente a re- cuperar sólo aquellos episodios políticos, discursos, registros arquitectónicos y ceremoniales en función de la problemática antes enunciada. Decir que asistimos a una nueva etapa en la vida política del país, no es novedad alguna. Pero sí lo es en cierto modo, señalar que comienza a visualizar - se un reajuste político oficial del calendario cívico. Al inicio del decenio panista Vicente Fox declaró ante los medios televisivos que había fechas conmemora - tivas y figuras que deseaba enterrar, lo que no dijo es cuales deseaba resucitar. Pero, este proceso revisio- nista del panismo fue efímero, salvo en el norte en que las figuras de Juan de Oñate -el exterminador de indígenas- se multiplicó y legitimó. Recordemos que el calendario cívico no sólo significa un campo ritual fuerte y discrecionalmente politizado el cual involu - cra a todos y cada uno de los partidos políticos, sino que además, debemos rememorar que algunas de sus fechas tienen una alta gravitación festiva o des - canso para la mayoría de los mexicanos, a las cuales no renunciarán con facilidad.
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