Número 16
16 pongo , borró la frontera entre el relato onírico y el cuento colectivo, el registro etnográfico y el ejer - cicio del narrador. Nuestro antropólogo recuperó este cuento de acusados tonos milenaristas en una comunidad andina dotándolo de perdurabilidad y algo más. El encanto oral y gestual del anónimo na - rrador quechua asumió una nueva textura, gracias a la fina escritura de Arguedas. Sin embargo, sería un error contraponer calidades y autorías. Subrayemos el hecho de que una trama de sentido, gracias a sus posibilidades de conversión y transfiguración vía otros géneros artísticos expande su presencia. Sin lugar a dudas, se trata de un texto polimórfico que complejiza el circuito de su producción y recepción. Lo refrenda el hecho de que a principios de los años setenta, fue puesto en escena por parte de más de un grupo de teatro popular en el Perú y fuera de su país, asumió otro formato de edición y recepción. Este sueñicuento o cuentisueño andino fue lle - vado a la pantalla grande por ese genial documenta - lista y cineasta cubano Santiago Álvarez con el apoyo de Roberto Fernández Retamar. Esta versión fílmica caribeña de El sueño del Pongo ganó en 1971 el Pri - mer Premio Concha de Oro en el Festival de San Se - bastián. Evitaremos elaborar un síntesis de los conteni - dos de esta obra para que sean los propios lecto- res quienes disfruten sin mediaciones su lectura en: www.unc.edu/~amejiasl/Pongo.htm , o en las edi- ciones impresas, tanto peruanas como españolas. El film, en cambio, es más difícil conseguirlo, está fuera del circuito mercantil por lo que no existe ver - sión disponible en DVD legal o pirata. Una visita a la filmoteca del ICAIC en La Habana no sería mala idea para verlo. O quizás tengamos más suerte, si existe alguna copia en la filmoteca de la UNAM. El relato fílmico ejerce una fascinación visual de cor - te distinto a la que suscita la lectura o escucha del cuento. Advertiremos a los lectores que este moti - vo del pongo es un pretexto para navegar en mares algo agitados y con riesgos de naufragio. Vayamos al grano. El sueño frente a la modernidad La otra modernidad que nutrió el proceso de occi - dentalización de Nuestra América tuvo que enfren - tar diversos ciclos reactivos, en los que el sueño jugó un papel relevante y subversivo, entre la oralidad, la imagen y la escritura. Los cruces de estas respuestas culturales filiaron importantes capítulos de la lite - ratura, las artes visuales y el pensamiento criollo- mestizo. Sus productos se fueron sedimentando y reposicionando en nuestros imaginarios colectivos entre la hegemonía y la subalternidad. Juan José Se - brelli desde el acotado campo de la historia de las vanguardias artísticas del siglo XX, encuentra un hilo de continuidad no racionalista que nos remite al ba - rroco del siglo XVII, y a otros movimientos reactivos frente a las sucesivas oleadas hegemónicas de la modernidad. Lo anterior, invita a explorar los modos de recepción popular de lo barroco, lo romántico, lo vanguardista, etc. La cultura del barroco, en el curso del siglo XVII y aún mucho después le dio juego a lo sobrenatural y privilegió los tópicos de: la locura, la muerte, el sueño y la melancolía. El teatro y la poesía barrocos lo refrendan. Recordemos que Sor Juana Inés de la Cruz nos dejó el legado contradictorio del sueño ba - rroco. Por un lado, nos presentó un sueño signifi - cado por su pertenencia al decorado del atrio impío (Juana Inés de la Cruz, 1979: 42), concediendo fueros a la estigmatización onírica puesta en boga por la In - quisición y El Martillo de las Brujas . Y por el otro, Sor Juana en su poema “Primero Sueño” desplegó otros sentidos, para su íntimo solaz, ajeno a toda censu - ra. Brilla la nocturnidad, las alusiones mitológicas y algunos conceptos científicos de su tiempo, amalga - mados para dar cuenta de su representación barroca de su mundo. Pocos han caído en cuenta que el sueño ha coexistido con la razón moderna, de Descartes hasta el presente. El racionalismo barroco de Descartes no olvidó una serie nocturna de tres actos oníricos, si nos atenemos a la versión de su biógrafo Adrián Bai - llet. Primer acto onírico . Situado en una calle barrida
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