Número 16

18 por el viento e impotente de mantener el equilibrio sus compañeros lo sostuvieron. Segundo acto oníri - co . Haber sido conmocionado por el estruendo y la luz de un rayo en su habitación. Tercer acto onírico . Soñó que encontraba un diccionario en su mesa y mi - rando otro libro leyó: Quid vitae sectabor iter? (¿Qué clase de vida debo seguir?), mientras un desconocido le decía: Est et non , que identificó como la primera línea de un poema de Decimus Magnus Ausonius. Descartes vio una advertencia en el primer sueño por sus errores de vida, el segundo como un rito de pasaje a la posesión de la verdad, y el tercero como una guía hacia los saberes de su tiempo. Frente al relato onírico cartesiano, el propio Freud manifestó su desconfianza sobre la viabilidad interpretativa, la lectura inmanentista no era legítima, le pesaba como plomo la obvia ausencia del soñante. Advertencia para los etnógrafos del sueño, toda vez que el autor- soñador cuenta para algo más que la interpretación. Peculiar modo de anudar sueño, memoria, vida coti - diana y opción de futuro. El romanticismo en el siglo XIX fecundó sus ob - sesiones literarias con temas densos como la muer- te, el sueño y el amor e impregnó la cultura urbana. En 1939, mucho antes que Arguedas, Albert Béguin, el gran estudioso del sueño en la poesía romántica, confesó lo que parecía ser una certeza personal: “Percibo un parentesco profundo entre las fábulas de las diversas mitologías, los cuen - tos de hadas, las invenciones de algunos poetas y el sueño que se desarrolla en mí. La imaginación colectiva, en sus creaciones espontáneas, y la imaginación que ciertos instantes excepcionales liberan en el indi - viduo parecen referirse a un mismo uni - verso. Sus imágenes poseen precisamente la facultad de conmover mi sueño interior, de llamarlo a la superficie y de proyectarlo sobre las cosas que me rodean; o en otras palabras, las cosas son las que dejan de ser exteriores a mí y las que, llamadas al fin por su verdadero nombre mágico, se animan para iniciar conmigo una nueva relación” (Beguin, 1954: 12). El sueño puede servir de vehículo de trasgresión entre las féminas según nos lo prueba el poema ro - mántico Adiós de lamexicana LauraMéndez, tan con - trario a los ideales domésticos de nuestros románti - cos escritores liberales, como bien lo ha destacado la crítica cubana Susana Montero. La visión amorosa en el poema fue colocada en pasional plano hori - zontal y aunque a muchos de nosotros, no a todos, nos parezca aceptable y deseable, en su tiempo no lo era. Escribe la Laura Méndez: “Soñé que el santua - rio donde te adora el alma, /era tu boca un nido de amores para mí, / y en el altar augusto de nuestra santa calma/ cambiaba sonriendo mi ensangrentada palma/ por pájaros y besos para ti/ ¡Qué hermoso era el delirio de mi alma soñadora! ...Un mundo de delicias gozar hora tras hora...” (Montero, 2002: 78) En la misma dirección, el siglo XX, nos ha dejado algunos pequeños ecos surrealistas que no pueden ser desdeñados. El diálogo sumergido entre André Bretón y Gastón Bachelard merece ser atendido. He - mos de recordar que la cuestión del sueño apareció en el Primer Manifiesto surrealista de 1924, con nue - vas entradas que marcaron distancias frente al Psi - coanálisis, agudamente señaladas por Durozoi y Le - cherbonnier: la de la discontinuidad y la unidad del sueño y su incidencia en la vida cotidiana y extraor - dinaria; la puesta entre paréntesis de la vigilia en el camino de la significación, al olvidarse que ésta es atravesada por el inconsciente y la gravitación oníri - ca. El sueño supera los límites de los órdenes ordina - rios de la vigilia, es decir, todo es posible; fundar un nuevo saber que supere la antinomia entre sueño y la razón de vigilia quizás no sea una quimera en estos tiempos, caros a la cultura de la imagen y las nuevas tecnologías de la representación. Si el sueño es vivenciado individualmente, no necesariamente anula las redes intersubjetivas que posibilitan su circulación y reiteración, más allá de sus variantes menores. El sueño colecti - vo es tan significativo como el individual; ambos

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