Número 16

22 América Latina. En cambio, el simbolismo de la esca - lera rota para signar desencuentros parece atravesar varias matrices culturales. La tradición psicoanalítica confinó la interpreta - ción de los sueños al campo ignoto de los recuerdos infantiles, mientras que la antropología y la historia los han proyectado indistintamente sobre el pasa - do, el presente y el futuro. Sin embargo, el texto de Freud La interpretación de los sueños (1900), marcó un parteaguas en la manera de ver los relatos oní - ricos, a contracorriente de los prejuicios positivistas en los medios académicos, aunque como bien lo ha señalado George Steiner no impidió que en amplios sectores de la población, siguieran circulando los denominados “Libros de los Sueños” preñados de lecturas arcaizantes y herméticas. Lo anterior supo - ne que “una gran parte de la humanidad –incluso en sociedades que se dicen avanzadas y tecnológicas- sigue otorgándole valores adivinatorios y proféticos a sus sueños” (Steiner, 1983: 10) La crítica al psicoanálisis de los sueños ha sido extendida al descuidado ámbito del tratamiento del material lingüístico. Se le reprocha no sin razón a Freud, contemporáneo de Wittgenstein, considerar al lenguaje, el vehículo que narra los sueños como neutro y transparente. Decir “recuerdo” para abrir la narración del sueño, exhibe más de una complica - ción epistemológica. Eslabones y espejos Cerremos nuestro texto presentando al mito, al cuento y al sueño casi a la deriva en la muy con - temporánea dimensión cultural de las imágenes del controvertido proceso de globalización que nos toca vivir. En otras palabras, mito, cuento y sueño, se ex - presan a través de una contradictoria malla imagina - ria donde los campos culturales de la tradición oral, letrada, escénica y de la imagen desdibujan sus pro - pios límites. El antropólogo Marc Augé, ha destacado otra ventana sobre las nuevas condiciones de circula - ción y ficcionalización de estos tres relatos, la cual redondea nuestra lectura a condición de marcar dos distancias críticas. Para Augé, las condiciones de cir - culación y de ficcionalización “sistemática” entre lo imaginario individual y lo colectivo en el mundo con - temporáneo, descansan en “una relación de fuerzas muy concreta”, y la aplicación de nuevas tecnologías de la información (Augé, 1998: 19), la cual no expli - cita a pesar del ostensible desborde unipolar. La se - gunda, porque disocia a la ficción literaria y artística del imaginario individual y colectivo y ancla con ex - ceso al sueño en la dimensión imaginaria individual, aunque en otro capítulo concede, como debe ser, acerca de la existencia de sueños colectivos. ¿Pero qué sentido tiene hablar de cuentos, mi - tos y sueños en este tiempo crepuscular signado por lo que se viene denominando la cuarta guerra mundial? Tiempos de muchas polarizaciones plane - tarias que han llevado al historiador Serge Gruzinski a significarlo desde un mirador de larga duración so - bre la occidentalización del mundo, como el capítu - lo neobarroco de la Guerra de las Imágenes (1990). Por su lado, el antropólogo Marc Augé ha preferido signar a este agitado y alucinado tiempo planetario con el elocuente nombre de La guerra de los Sueños (1998). La amenaza de confundir las fronteras entre la ficción, el sueño y la realidad erosiona nuestras matrices culturales y civilizatorias. La imagen bélica para signar a los sueños desde dos miradores disci- plinarios nos brinda una señal de alerta. Al respecto nos vienen a la memoria unos ver - sos del poeta León Felipe escritos en tono provoca - dor: “Me durmieron con un cuento...y me he des - pertado con un sueño.” Esta inversión de sentido que logra el poeta español con alta carga de ironía es legítima. Evitaremos elucidar la trama antifascis - ta con que el escritor enfiló sus dardos contra esa zona de encuentros entre la retórica del poder y el sueño insurgente que descubre la realidad, para re- ferirnos a su veta más cotidiana. Nos referimos a la tradición de contar cuentos, aquella que se contrajo en el universo familiar frente a la fase expansiva de la televisión y los comics para niños. Contar cuentos

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