Número 16
30 Crónicas desde la selva Elisa Garduño Godínez A l final de un largo día que después de todo no fue tan malo como se esperaba, desde las tibias paredes del lugar en que me encuentro, cansada, con una basurita en el ojo, escuchando “ Si me miran tus ojos, vuelo con la esperanza... ” , nace la idea de escribir sobre la selva de concreto, una historia que quedó inconclusa en mi cabeza y que hoy estoy dis - puesta a contarles al ritmo de Joe Cocker y “Los años maravillosos” o “With a little help from my friends”. Todo aquí es una competencia, desleal a veces. Justamente se trata de la ley del más fuerte, del más listo o del más “ gandalla ”. En las avenidas la gente espera el camión a las 6 o 7 a.m.; no sé por qué a todos se nos hace tarde, la prisa es algo muy común. El transporte público viene atascado de lagartijas , por no decir que viene hasta la madre de gente. Cuando alguien hace la parada, to - dos corren a ganar lugar, si no sentados, por lo menos alcanzar a subirse; cuando en el camión se desocupa un lugar, el más abusado se sienta, los demás sólo con - templan. El autobús llega a la base y todos se bajan y se dispersan como cuando le echas agua a un hormi- guero; pero todos siguen la misma dirección: el metro. Afuera del metro venden desayunos en bolsitas. Qué cosa más rara, me llamó la atención. Una fruta, un vaso de yogurt, cereal. En los pasillos del metro no se pue - de caminar despacio, y menos a esa hora… bueno, no puedes ni ir pajareando , no te puedes dar el lujo de no saber a dónde vas, o de sacarte una piedrita del zapato, o de quitarte el suéter, no puedes voltear a mi - rar a un muchacho y coquetearle; vaya, no te puedes detener ni obstruir el paso. Los andenes comienzan a llenarse: los primeros vagones del tren son para damas y niños (“según”) y los demás para las bestias . Ape - nas llega el tren y la muchedumbre, que para ese momento ya se cuenta en cien - tos, comienza a presionar, a empujar, aun decentemente, pues en los vagones para “damas” viajan también -como no- seño - ras de mundo y chavas “ultra light” de esas que han de ser hostess o secretarias (se les En la estación del metro balderas ahí fue donde yo perdí a mi amor en la estación del metro balderas, ahí dejé embarrado mi corazón… Rockdrigo González
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