Número 21

3 Una valoración interdisciplinaria sobre la gran minería tóxica está en proceso de construcción, con- siderando sus múltiples impactos. Dicha perspectiva dependerá de lugar cultural de la enunciación de la intelectualidad crítica, de los liderazgos de los movi- mientos sociales y de los intereses etnoclasistas que unos y otros representen. Canadá es líder mundial en la inversión minera y principal depredador del medio ambiente en México y América Latina, por lo que debemos tomar muy en cuenta los agravios hacia las poblaciones afectadas en sus zonas de operación y, en nuestro caso, la in- minente amenaza al patrimonio cultural. El señuelo de “dar trabajo” de las mineras constituye un acto infame que encubre la precarización laboral de los mineros con elevados riesgos para su vida. Las em- presas canadienses han privilegiado a América Lati- na como su principal territorio de inversión. En 2012, Stephen Harper, en el marco de la Cumbre de las Américas (Cartagena de Indias, Colombia), afirmó: “vemos la industria minera canadiense creciendo en las Américas, algo que será beneficioso para la pros - peridad mutua y será prioridad de nuestro gobierno… En el futuro próximo vemos una mayor inversión ca- nadiense en recursos naturales en las Américas; esto es algo que será bueno para nuestra prosperidad y es una prioridad de nuestro gobierno.” Fuera de la retó- rica, tanto al gobierno de Harper, como a las mineras, lo que realmente les interesa es el crecimiento acele- rado y seguro de su tasa de ganancia que producirán sus corporaciones. En el otro polo equidistante, en los espacios pú- blicos y en las redes sociales en expansión, se van in- cubando y desarrollando diversos pareceres que, sin embargo, es necesario que confluyan a través de una resistencia que cuente con una plataforma unitaria y

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