Número 21

36 nente violencia y violación de los derechos humanos y como si la comunidad internacional no conociera todos los hechos del pasado. Yo no voy a entrar a rebatir estos argumentos sin peso ni fundamento porque me parecen un in - sulto para la razón y la inteligencia y sobre todo me parecen de una falta de conciencia y sensibili - dad que solo se puede explicar, una vez más, con el tema del racismo porque para las elites blancas, como bien decía una mujer de esas que se consi - deran “blancas”, “no hubo guerra porque no murió gente”. Cuando le dije la cantidad de muertos que se habían producido durante el conflicto armado respondió “ ¡ ay chula!, esos no eran gente, eran in - dios”. En ese contexto racial y racialista, se puede entender por un lado los editoriales de ciertos pe- riódicos y la indiferencia de buena parte de la po - blación urbana de la ciudad de Guatemala. país y, lo que es peor, intelectuales de trayectoria de izquierda, también lo niegan o dicen que no se puede generalizar porque también murió alguno que otro ladino, a pesar de las cifras que arrojan las Comisiones de Esclarecimiento Histórico, tales como la CEH y la Comisión por la Recuperación de la Memoria Histórica (REHMI), que confirman que el 83% era población maya no combatiente. También existe una vertiente negacionista que afirma que el juicio contra R í os Montt es un monta - je de la izquierda, las ONGs y la iglesia católica, que perdieron la guerra y que ahora quieren ganar la ba - talla jurídica para justificar su derrota, con el apoyo de la comunidad internacional. Hay quienes aceptan que se cometieron algunos atropellos y que habría que condenarlos pero que “una declaración de geno - cidio haría mucho daño a la imagen del país”, como si el país no tuviera ya una mala imagen con la perma -

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