Número 21

40 lencia racista se conviertan en genocidios, porque para implementar un genocidio contra un grupo determinado por razones étnicas, es imprescindible justificarlo por medio de una ideología racista y con - siderar a ese otro como genéticamente inferior, un lastre o un obstáculo para el desarrollo. Como dice Feierstein, la idea de la degeneración de las razas es la que construye la imagen del otro “normalizado” como un peligro público para el conjunto de la po - blación y es el Estado o los grupos hegemónicos los que deciden su exterminio. Coincido con los autores anteriormente cita - dos que el racismo, para el caso de Guatemala, es el mecanismo simbólico y justificativo que hace po - sible que los aparatos ideológicos y represivos del Estado decidan exterminar a unos ciudadanos fren - te a otros justificando su exterminio en función de un discurso biológico-racial, lo que Foucault llama la biotecnología del poder. De modo que el discurso racista es lo que justifi - ca las prácticas racistas y lo que lleva a la eliminación de un grupo étnico al considerarlo raza inferior, ene - migo interno, “prescindible” o no normalizable. El genocidio siempre va dirigido hacia un grupo étnico, racial o religioso. En el caso de Guatemala y durante el conflicto armado, se reconoce que se cometieron actos de genocidio en contra del gru - po Ixil, Achi, Chuj, Q´anjobal y K´iché. E se proceso de aniquilamiento fue un proceso de una violencia letal y continuada con un grado de coordinación y planificación desde el Estado, desde el Alto Mando, cuyo objetivo fue la destrucción total o parcial de un grupo étnico, situado en un área geográfica aislada y cercana a donde estaba la guerrilla, pero que no era una zona de combates y en donde la población no era combatiente y estaba desarmada.

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