Número 23

61 Antropología del genocidio. Identificación y restitución: “colecciones” de restos humanos en el Museo de La Plata Colectivo Guías contacto de los días, a lo largo del tiempo. Precisa - mente porque devienen en cristales detrás de cris - tales dejan de ser vistos como relaciones sociales, en las cuales intervienen agencias presentes y pa - sadas. Dejamos de ver la violación para contemplar al cuerpo violado y consagrarlo como “parte de una colección”. Si el visitante del museo ha podido abstraerse del genocidio –las relaciones sociales implicadas en la formación de la colección antro- pológica- ha sido a través del aparato intelectual que construyó la idea del museo, al museo mis - mo, al rol social atribuido a sus creadores y rotuló personas como piezas de una colección. Desde el discurso político se fijaron narrativas de progreso y extinción que, de ser un programa de clase, devi - nieron en un discurso erudito, precisamente aque - lla voz académica autorizada que determinaría pa - trimonios y sus formas de preservación.En abril de 2010 el grupo GUIAS expuso su muestra fotográ - fica “Prisioneros de la ciencia” en el Museo Fran - cisco Moreno de la ciudad de Bariloche. Durante un mes, la gente se sintió incómoda, confundida, perpleja, estafada, indignada de acuerdo a como lo La Plata, De la Campana, 2010 La identificación y restitución de los restos hu - manos que conforman las colecciones del Museo de la Plata ha sido, entre otras cosas, uno de los procesos de reflexión más significativos dentro de las Ciencias Antropológicas en los últimos años en Argentina. El Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social ha tenido una importante y fundamental participación dentro del mismo. No obstante, lo que su obra, resultado del compromi - so y dedicación de sus integrantes, ha abierto no es solo una discusión académica dentro de una ins- titución universitaria en particular, se trata de un proceso de reflexión que debería cruzar a todos los miembros de esta sociedad. Existen preguntas con respuestas asumidas colectivamente. ¿Para qué un museo? ¿Por qué una sociedad debe determinar y conservar aquello que considera como “patri - moniable”? ¿De qué forma y quiénes son los que pueden determinan esto? El museo en sí mismo es algo asumido colectivamente, al punto que no se le cuestiona sino su tipo de organización, su infraes - tructura, sus comodidades para el visitante. Pero su existencia, el valor de aquello que “preserva” y la voz experta que ha determinado aquello que debe mostrarse y decirse parecen siempre estar por fuera de cualquier debate o pregunta. En tan - to ciudadanos, el llamado “patrimonio” (histórico, antropológico o arquitectónico) se nos presenta como la parte visible y material de la identidad de la comunidad histórica en la que vivimos. Identidad y patrimonio semejan cristalizaciones sacralizadas que como tales deben ser protegidas del mismo

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