Número 24

30 se encuentran con la disyuntiva de asumir, de acep - tar esas condiciones de precariedad comprendiendo que el trabajo que realizan lo vale, o emigrar buscan - do otros espacios laborales a costa de hacer a un lado algo que tiene un sentido trascendente. En esas condiciones es muy difícil que se concre - ten equipos de trabajo equilibrados, consolidados, productivos, pues los profesionales formados ya en la práctica misma por las instituciones, no son lue - go incorporados a ellas. En muchos casos la calidad de su desempeño echa por tierra cualquier alegato insulso en contra de su incorporación formal. No im - porta que hayan demostrado por años en el campo de trabajo –y no en un “examen de oposición”- su competencia, su responsabilidad y su talento. Esta es sin duda no sólo una expresión de no existencia programada , de ausencia construida so- cialmente , sino una joya alrevesada de incoherencia, de sinsentido: una expresión de auténtica y lograda imbecilidad institucional y política. Estamos hablando del menosprecio de espacios de adquisición de competencias –y de sensibilida - des- que no se encuentran en los programas de ense - ñanza universitaria; de espacios de discipulado perdi - dos; del sabotaje a la cadena de transmisión directa de experiencia, y hasta del aprendizaje de cómo no hacer las cosas; se trata, en suma, del cerco y aniqui - lamiento de la enseñanza personalizada de maneras concretas de enfrentar retos en la investigación, la conservación y la difusión de la cultura, pues como bien sabemos, el diablo sabe más por viejo que por diablo. Por supuesto, no nos referimos al caso del diablo decrépito. No sería tan grave o tan patético el asunto, si no fuera además porque estamos tratando un tema que no sólo compete a la institución que nos ocupa, sino a todo el ámbito académico del país y, en particular, porque la tarea de esa institución no sólo es digna, sino esencial; no sólo es pertinente, sino estratégi - camente crucial para el futuro. La investigación, con - servación y difusión del patrimonio cultural –o mejor, biocultural- del país es una encomienda crítica para todo México, y la antropología y la historia disciplinas referenciales por su naturaleza integradora. ¿Podemos localizar al errático león alrevesado y ponerlo como estaba? Es algo no sólo ya impostergable, sino posible sólo con el concurso de los jóvenes que anden por la vida con el corazón en su sitio. Referencias Hersch, Paul y Andrés Fierro (2001), “El comercio de plantas medicinales. Algunos rasgos significativos en el centro de México”, en: Rendón B., Rebollar S., Caballero J. y M.A. Martínez Alfaro (Eds), Plantas, cultura y sociedad. Estudio sobre la relación entre seres humanos y plantas en los albores del Siglo XXI, México: UAM Iztalapapa y Se- marnat, pp. 53-75. Hersch, Paul y Robert Glass (2006), Linaloe: un reto aromáti- co. Diversas dimensiones de una especie mexicana, Bursera linanoe . México: INAH. Laurell, Asa Cristina, “Los puntos negros de la academia”, Diario La Jornada , México, agosto 14 de 2013, http:// www.jornada.unam.mx/2013/08/14/opinion/a03a1cie Santos, Boaventura de Sousa (2005), “Hacia una sociología de las ausencias y una sociología de las emergencias”, en: Santos, B. de S., El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política, presentación de Juan Carlos Mo- nedero. Madrid: Ed. Trotta, pp. 151-192. Tovar y de Teresa, Rafael (1994), Modernización y política cul- tural, una visión de la modernización de México , México: Fondo de Cultura Económica.

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