Número 24

41 de incógnitas para la mayoría de los latinoamericanos y caribeños, incluso al interior de la academia cuya especificidad radica en los estudios latinoamericanos, como por el monumental esfuerzo investigativo que representó desentrañar la naturaleza de un proceso en marcha a partir del triunfo electoral de un parti - do de trabajadores, que instala en la presidencia de la República por dos periodos consecutivos a un obrero metalúrgico, y a una militante de la izquierda anti dic - tatorial, para el periodo en curso. Me parece muy importante desentra- ñar la alianza, impensada hace unos años, de un sector decisivo del movimiento sindical y del aparato estatal federal, con la burguesía brasileña y las fuerzas armadas, para dar lugar a un gobierno que con la bandera del progresismo, establece programas como “hambre cero”, al mismo tiempo que desem - polva un viejo proyecto de la dicta - dura militar, como el del complejo hidroeléctrico de Belo Monte, en el estado de Pará, basado en el más devastador extractivismo. Este proyecto, por cierto, es paradigmático en cuanto a lo poco que ha importado para los gobiernos de Lula y Dilma la oposición acti- va e indeclinable tanto de los pueblos indígenas afectados gravemente, como de organizacio - nes no gubernamenta- les, organismos políticos, am- bientalistas, colegios de antropólogos, intelectuales connotados y redes solidarias que fuera y dentro del Brasil, apoyan sus reclamos le - gítimos y fundados. Pero Belo Monte es también significativo en cuanto a lo que representa esta mega obra para el gobierno de Brasil, que de acuerdo a los datos de Zi - bechi, controla alrededor del 70% de las acciones de la empresa que construye la hidroeléctrica: “Por varias vías –señala Zibechi-- los sindi - catos tienen un peso determinante, ya sea a través de los fondos de pensiones que con - trolan el 25% de las acciones, como por su importante presencia en los escalones más altos del gobierno federal, en los que se to - man las decisiones sobre las megaobras…A este poder empresarial-estatal-sindical, co- menta el autor, no le tiembla la mano a la hora de llamar a la policía militar para poner orden en las megaobras del Brasil Po - tencia.” (P. 264) La presentación de los editores, como es usual en los libros de Bajo Tierra – JRA, plantea la necesidad de contar con una nueva geopolítica que genere un cuerpo teórico crítico, que “sin ilusiones y misti - cismos”, proceda a explicar esta nueva cartografía del poder al sur del continente, así como el papel que juegan gobiernos progresistas que a la vez que practican una políti - ca permanente de mediatización de los movimientos populares, con base en el asistencialismo y la cooptación, imponen tácticas con - t r a i n - surgentes para el desplazamiento de población indeseable, mega proyectos neo desarro- llistas y, finalmente, políticas capitalistas igualmente etnocidas, ecocidas y depredadoras. No estoy de acuerdo con la crítica de John Ho -

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