Número 24
58 este modo, se enfrentan la cultura de la vida y la cultura de la muerte. Los pueblos resisten con dignidad y continúan con su lucha en defensa de la sobera- nía. Primero fueron los pueblos y movimientos sociales en su lucha contra el neoliberalis- mo, después de las resistencias de los pueblos se pasó en varios países de América Latina a disputar el poder político a las clases dominantes. Venezuela fue el primer país en quebrar el proyecto neoliberal con el triunfo de Hugo Chávez en 1998, al que luego le seguirían Lula en Brasil y Tabaré Vásquez en Uruguay. A esos triunfos populares en las urnas, le siguieron luego Bolivia con la victoria de Evo Morales, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, Néstor Kirchner en Argentina y Lugo en Paraguay. Reconocemos la herencia de la revolución cubana que abrió el camino a todos estos go- biernos populares y defensores de las mayorías sociales. Reconocemos también la herencia del chavismo que permitió articular un proyecto político de integración latinoamericana bajo el horizonte del socialismo. Este es un socialismo comunitario que nace desde nuestros propios pueblos indígenas, originarios y trabajadores, cuya memoria larga y sabiduría nos reafirma no solo la necesidad sino la posibilidad real de construir un orden de la vida social fuera de las lógicas del capital. América Latina vive uno de sus ciclos más extraordinarios de toda su historia. A pesar de la ofensiva mundial del capital y sus esfuerzos por recolonizar el planeta, con el objeti- vo de apoderarse de sus recursos naturales y someter aún más a la humanidad, los pueblos del AbyaYala, tanto desde su condición de clase como desde su condición indígena origi- naria campesina, se han alzado para caminar hacia su definitiva y plena independencia. Esta posibilidad de alcanzar la emancipación, a más de 500 años de la invasión europea y a 200 años de las gestas independentistas, no se presentó nunca antes con la fuerza que lo hace ahora en las condiciones actuales: ascenso en el grado de organización y conciencia de los pueblos, gobiernos revolucionarios y progresistas, líderes de una gran dimensión histórica y el surgimiento de iniciativas de unidad e integración latinoamericana. Pero a esos problemas estructurales, que no son otra cosa que los resabios del viejo co- lonialismo, se suman otros desafíos para enfrentar los problemas del nuevo colonialismo: la recuperación de los recursos naturales para beneficio de los pueblos; una integración que sobre la base de lo avanzando en la última década promueva las relaciones de colabo- ración, cooperación, solidaridad y complementariedad entre pueblos y Estados; y el desa- rrollo de tecnología para cambiar nuestra matriz productiva sin afectar a la Madre Tierra. Por ello, debemos fortalecer la potencia emancipadora de nuestros pueblos. Esto se basa en la integración de los movimientos populares, e inspirados en las batallas antico- loniales, anticapitalistas, antipatriarcales y antiimperialistas, que desde más de 500 años
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