Número 24
6 tivo, que es la emergencia y la consolidación de los pueblos indígenas como nuevos actores en la escena internacional, así como en los distintos contextos na - cionales alrededor del mundo. En la escena internacional, debe señalarse a lo largo de las tres últimas décadas, la creciente pre - sencia de los pueblos indígenas en los organismos especializados del sistema de la ONU, así como en organizaciones regionales tales como el Sistema In - teramericano de Derechos Humanos y la Comisión Africana de Derechos Humanos. El activismo de las organizaciones indígenas y demás asociaciones de la sociedad civil, junto al apoyo de algunos estados miembros , condujo a la adopción de varios instru - mentos internacionales, que ahora constituyen nor - mas de protección de los derechos de estos pueblos. El primero es el Convenio 169, sobre pueblos in - dígenas y tribales, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), adoptado en 1989 y ratificado por México en 1990. El siguiente fue la Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas, proclamado por la Asamblea General de la ONU en 2007. En el ámbito regional, han adquirido creciente re - levancia las resoluciones y sentencias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Algunas de estas resoluciones y sentencias implican a personas y comunidades indígenas de México, cuyo gobierno tiene la obligación, según los tratados internaciona - les firmados por nuestro país, de dar cumplimiento a estas decisiones internacionales. Existen antecedentes históricos de estos proce- sos actuales. Podemos situar el comienzo de la in - ternacionalización de los derechos indígenas en el Primer Congreso Indigenista Interamericano, convo - cado por el gobierno mexicano, y realizado en 1940 en Pátzcuaro, Michoacán. Allí los estados participan - tes decidieron la creación del Instituto Indigenista Interamericano y promovieron el establecimiento en los distintos países de sendas instituciones indi - genistas nacionales. En México en 1948 fue creado el Instituto Nacional Indigenista (INI), hoy transfor - mado en Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). Fue así que comenzó a perfilarse una política indigenista institucionalizada en nuestro país. En el México contemporáneo podemos distinguir tres ver - tientes de la política del Estado mexicano hacia los pueblos indígenas, o tres etapas del indigenismo: El enfoque culturalista sostenía que el atraso económico y la marginación social de las comunida- des indígenas en comparación con el resto del país se debía a las diferencias culturales entre los dos seg- mentos de población: los indígenas y los mestizos. Los primeros vivían en un mundo cerrado, arcaico, aislado y tradicional mientras los segundos formaban parte del México moderno y progresista. Para supe- rar esta brecha, cuidadosamente estudiada por an- tropólogos y pedagogos, el indigenismo propuso un proceso de asimilación, de aculturación, es decir, de “cambio cultural” para los indígenas, diseñado por el gobierno. El eje de este proceso sería la educación y especialmente la castellanización. El enfoque socio-económico sostenía la nece - sidad de que la economía campesina indígena se transformara en agricultura comercial y moderna. El enfoque era desarrollista: proyectos producti - vos, crédito al productor, tecnología moderna, algo de infraestructura (caminos, pozos, servicios urbanos), según los modelos elaborados por los “tecnócratas” al servicio del gobierno y de las or - ganizaciones internacionales. La imagen ideal era que el campesino de subsistencia indígena se fue - ra transformando en un empresario agrícola. En años recientes el Instituto Nacional Indigenista pri - mero y luego la CDI privilegiaron este enfoque. En el actual gobierno, la novedad ha sido la Cruzada contra el Hambre, adscrita a la Secretaría de Desa - rrollo Social. (El sólo reconocimiento oficial de que existe hambre en el país dice mucho sobre el éxito relativo de los modelos anteriores). Con todo, el enfoque desarrollista hizo bien poco para el desa - rrollo de las regiones indígenas. Se trata más bien de nuevas formas de asistencialismo, para no su -
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