Número 25

13 llamar a misa y dije ¿qué pasa? Lo que pasó es que estando en el panteón llegaron a de - cir que ya se habían secuestrado a otro trans - portista. Yo agarré lo que tenía a la mano para defenderme y me fui… todos estába - mos juntos, todo el pueblo pero nadie decía qué vamos a hacer; unos decían: ‘¿traen con qué?, pues ya sabemos dónde viven’ hasta los niños ya sabían quiénes eran los sicarios. En eso estábamos cuando llega el señor que supuestamente habían secuestrado, traía unas vendas en la mano y sangre y trató de calmar a la gente ‘no pasa nada’. Pero el se - ñor venía asustado, caímos en la conclusión de que lo habían amenazado, que quisieron secuestrarlo, se resistió y pudo escapar aun - que algo lastimado. También su esposa nos dijo que del ayuntamiento le habían llamado para que viniera a decirle a la gente que no pasaba nada, ella dijo ‘yo no podía decir eso pues no sabía de mi esposo’. Con eso el pueblo se enojó más, quisimos ir a detener a esa gente pero ya no estaban, les tiraron balas, les quemaron una camioneta y unas motos. Buscamos y buscamos pero no los encontramos. Le fuimos a exigir al presi - dente que ya hiciera algo. No salió, se escon - dió, dijo que no estaba pero no era cierto; ni el síndico salió. Les pedimos ayuda a la policía pero dijeron que no podían hacer nada. Nos enojamos más y les quitamos las armas a los policías. Mientras, (la gente) ya habían agarra - do a un muchacho de los responsables de los delitos y lo entregaron a las autoridades... no duró ni treinta minutos cuando el encargado de la policía lo sacó. En otra casa encontramos a una muchachita toda borracha, toda droga - da, la entregamos también a la policía y nunca volvimos a saber de ella. Los alumnos de la se - cundaria y de la prepa señalaron a cinco o seis muchachos como responsables de la venta de droga, y las autoridades no hicieron nada. En eso ya la gente se iba para sus casas. Se me ocurrió la idea de ir a invitar a la gente a organizarnos, a decirles que tenemos el de - recho de exigir justicia. Que agarro y le qui - to la patrulla a un policía y así con el altavoz me fui por las calles del pueblo. Yo sentía la necesidad de sensibilizar a la gente, de decir - les ‘nos están matando y no hacemos nada’. Cuando regresé al auditorio ya había mucha gente… usamos los propios vehículos del ayuntamiento y de la policía. Como a las 7 u 8 dio la cara el presidente (municipal), asus - tado. Dijo que en Olinalá no pasaba nada, que lo que había sucedido pasaba en todos los pueblos, que era normal. En ese momento hasta fui grosera con ese muchacho… le dije ‘¿cómo que no pasa nada? Como a ti no te ha pasado... Este pro - blema es de todos pues nos interesa cuidar a nuestras familias’. En ese momento se resolvió resguardar el pue - blo, poniendo retenes en todas las entradas; poco después llegó el ejército. No obstante las personas organizadas no dejaron los retenes. Nestora: Cuando llegó el ejército, dices ‘es un alivio’ pero ni así el pueblo se fue a su casa… en los retenes organizamos a las señoras para que llevaran café, comida todo. El presidente me prestó una camioneta con chofer y todo para que yo fuera todo el tiempo de retén en retén. Pero sólo eso recibimos del presiden - te, le quedó grande el paquete. Viendo al pueblo revuelto, la gente lloraba, los señores de edad lloraban, todos muy asustados, pero yo les dije ‘tenemos que es - tar al cien’. Después llegó la marina. Pero yo al ejército y a la marina los veo como ador - no, yo no los respeto, no han agarrado a na - die aunque les dimos toda la información. Después vino la subsecretaria del gobierno

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