Número 27
26 nes principales se llamaban metales pre- ciosos y los caminos a sus bordes imagi- narias con otras coronas europeas. Esa visión y actitudes no cambiaron con la independencia de España y con el establecimiento de la República. Ya don Pablo González Casanova ha llamado la atención sobre lo que él ha denomina- do el colonialismo interno de la nación mexicana, hacia los pueblos y comuni- dades que no habían sido integrados a la vida colonial española; y que fue un ob- jetivo a perseguir, de buena o mala fe de los gobiernos mexicanos desde que sur- gieron como tales y hasta nuestros días. Acción colonizadora nacional que soslayó el reconocimiento de las fronteras reales que impusieron pueblos y comunidades que no terminaron aceptando o quedan- do subsumidos en la conquista española, porque en si nunca se les reconocieron. Por ello y aún después de la indepen- dencia, ciudades y pueblos de los nortes de México, deben de seguir siendo consi- derados como enclaves coloniales, aunque después de la guerra de invasión y con- quista norteamericana hacia la República Mexicana, muchas de ellas sí ya quedaron formando claramente parte de la frontera internacional de la República Mexicana, con los Estados Unidos de Norteaméri- ca. Condiciones que ameritan otras con- sideraciones, pero donde no se deben de perder de vista las que tienen que ver con el no reconocimiento de los pueblos y co- munidades, a las que se intentaba obligar a ingresar al orden nacional y que en no pocos casos terminó en enfrentamiento directo con pueblos y comunidades como fue el más conocido, por la virulencia que mostró el Estado nación frente a Yaquis, Mayos, Seris, Opatas, Apaches, Coman- ches, etc. No fueron los únicos, pero si los más vistos y difundidos desde los propios momentos en que el Estado nacional les declaro la guerra. A temporalizar la vida de frontera para los lejanos “nortes” no solo es engañoso dentro la concepción española, puesto que resulta un eufemismo para ocultar por una parte el peramente estado de guerra que ellos impulsaron para doble- gar y aniquilar a las comunidades y pue- blos que habitaban y dominaban aquellos extensos y variados territorios y a los que nunca pudieron sujetar; y por otra para, dejar a salvo la demarcación mayor de sus supuestas posesiones, que para ser tales deberían de contener algunos puntos de avanzada que aseguraran según ellos los limites imaginarios de su extensión colo- nial frente a las otras coronas de Europa y que ahora se pretende a-temporal y a-circunstancial para validar la consigna de una estado fronterizo milenario ya tra- zada por el destino manifiesto. Bibliografía • “De las Islas de Mar Océano”, Juan López de Palacios Rubios, Introduc- ción de Silvio Zavala, traducción, notas y bibliografía Agustín Millares Carlo, México, FCE, 1954. • Felipe I. Echenique March, Fuentes para el estudio de los pueblos de na- turales de la Nueva España, México, INAH, 1992. • Gaspar de Villagrá, Historia de la Nue- va México , introducción, trascripción y notas Felipe I. Echenique March, INAH, 1993. • José Mariano Moziño y sus noticias de Nutka a través del tiempo , presen- tación, ensayo y 2ª. Edición de la de Alberto María Carreño por Felipe I. Echenique March. México, INAH, 2013 • Alfredo Jiménez, El Gran Norte de Mé- xico, una frontera imperial en la Nueva España (1520-1820), Madrid, España, Tébar, 2006. • David J. Weber, La Frontera norte de México, 1821-1846, trad, Agustín Bárce- na, México, FCE, 1988, • Cuauhtémoc Velasco Ávila, La fronte- ra étnica en el noreste mexicano. Los comanches entre 1800-1841, México, INAH, CIESAS, 2012
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