Número 27

29 puesta en práctica parcial de esos planes tie- ne lugar con la ocupación militar del puerto de Veracruz del 21 de abril al 23 de noviem- bre de 1914, y con una nueva invasión es- tadounidense a territorio nacional del 14 de marzo de 1916 al 7 de febrero de 1917. Pineda sostiene que no es casual que en marzo de 1916, sobreviene la invasión ca- rrancista de Morelos, y en forma simultá- nea, tiene lugar la invasión estadounidense a Chihuahua: “El objetivo señalado por los gobier- nos de Venustiano Carranza y Woo- drow Wilson, en forma explícita, fue exterminar el zapatismo y extermi- nar al villismo. Ambas campañas, además, estuvieron sincronizadas… Luego de meses en que el carrancis- mo aplicó la estrategia de guerra eco- nómica, cerco y hambre, las mujeres insurrectas de la capital y los campe- sinos revolucionarios fueron masacra- dos. La revolución social, que arribó al punto más alto en las jornadas de junio de 1915, fue ahogada en sangre con las armas y municiones de Esta- dos Unidos empleadas por los carran- cistas.” (Pp. 18 y 19) Pineda expone en detalle los planes ope- rativos de las fuerzas de ocupación estadou- nidenses, las rutas de invasión, las zonas es- tratégicas geopolíticas que los imperialistas han deseado después del gran despojo de la guerra de conquista de 1847, como Baja California y el Istmo de Tehuantepec, las aduanas de puertos y fronteras, y obviamen- te, las regiones petroleras y metalúrgicas de la época, que por cierto, con sus acrecenta- das dimensiones, los actuales gobiernos de traición nacional ya entregaron, o están por entregar a las corporaciones extranjeras, sin mediar ocupación militar directa. El factor de la injerencia del gobierno de Estados Uni- dos y su alianza estratégica con el carrancis- mo, que Pineda califica como “la retaguardia profunda y oculta del carrancismo”, la per- manente actividad de sus agentes secretos, embajadores y enviados especiales en todo el territorio, se encuentran a lo largo de todo el texto, por lo que la investigación realizada supera con creces una visión acotada de la revolución del sur y su Ejercito Libertador. La obra muestra y demuestra de múlti- ples formas el carácter nacional del movi- miento zapatista, su proyección mesoame- ricana y las dimensiones y los alcances del proyecto emancipador de los pueblos contra la colonialidad del poder, todo lo cual refuta los argumentos de la historiografía domi- nante en torno al “localismo” y la ausencia innata de los pueblos indígenas de identidad y proyectos de nación; estos argumentos han permeado los imaginarios de un sector importante de la academia y de la intelec- tualidad hasta nuestros días. Recordemos los juicios de Arturo Warman sobre la exteriori- dad de la insurrección del EZLN, que según este funcionario salinista constituía “un pro- yecto político implantado entre los indios, pero sin representarlos;” destacan también sus razonamientos acerca de que no podía ser un movimiento indígena por asumir rei- vindicaciones nacionales y socialistas. “La propuesta zapatista de organizar el país sin privilegios y sin presiden- cialismo no sólo era un planteamiento para toda la República, también era el más avanzado de la Convención; em- pujaba el proceso histórico hacia ade- lante no hacia atrás. La estrategia del Ejército Libertador se enlazaba con las luchas de los oprimidos y explo- tados de la nación, mayoritariamente indígenas; por ello, la historiografía dominante ha negado con terque- dad racista su existencia. Se dice sin fundamento alguno, que el Ejército Libertador no tuvo una estrategia na- cional. Pero ése es un discurso que sólo busca conjurar los desafíos de la política revolucionaria.” (P. 64) Así, para quienes están interesados en los estudios en torno a las mentalidades racistas, el libro en comento resulta de es- pecial utilidad. Pineda describe como “el racismo de los maderistas incrustados en

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