Número 28

35 de mujeres, los centros estudiantiles, las con- cepciones de las culturas originarias, la opi- nión de las personas migrantes, en suma, la voz de las comunidades tradicionalmente ex - cluidas, sujetos relevantes para llegar a plas- marse democracias más directas, sustantivas o liberadoras. Resulta preciso valorar y potenciar las formas democráticas generadas desde esas experiencias populares―tanto aquellas pro - ducidas en las ciudades como en el campo―, sean o no determinadas por los principios de la «democracia liberal» desde los cuales pa- rece redactada la propuesta del texto. Por eso, creemos que una declaración universal que no tenga en cuenta los contextos culturales e his - tóricos y sus particularidades puede ser pro - blemática e injusta. Creemos en la necesidad de incluir un espacio de diálogo abierto para que efectivamente surjan nociones universales nuevas, producto de las discusiones y de los en- cuentros críticos. No tenemos una democracia definida sino emergente, no nos conformamos con un tipo de democracia determinada, sino que requerimos una democracia alternativa. Quinto , si democracia es autogobierno, “gobierno por el pueblo”, no parece coheren- te ponerle límites trascendentes. Al identificar la democracia con un ideal sustantivo y global (en rigor, con una sociedad capitalista de rostro humano, “guiada” por los derechos humanos), se está pensando la democracia dentro de tales límites y subordinada a esa idea. En definitiva, se dice a los seres humanos y a los pueblos: “tenéis derecho a construir vuestra propia ciu- dad conforme a vuestros deseos, siempre que estos deseos deseen lo que deben desear”. Y ese fin o destino es impuesto desde fuera de la de - mocracia; es establecido dogmáticamente por quienes se atribuyen, cual sacerdote del verda- dero dios, estar en posesión de la verdad. Es la estrategia de siempre, que revela Pico della Mirandola, referente del humanismo moderno: el hombre es libre de decidir hacer de sí mismo un ángel o una bestia. Esa es toda su libertad y ahí reside su dignidad; pero no se le concede la de definir y valorar esos destinos, la de pensar el ángel como maldad y la bestia como belleza. Ese poder de fijar el bien y el mal, que es el verdadero e insoportable poder, parece que no corresponde decidir al pueblo. No entra en el democrático “por el pueblo”, sino en el pater- nalista “para el pueblo”. Una exaltación de la democracia debería romper ese límite, defen - der radicalmente la inmanencia del autogo- bierno y asumir la incerteza de su destino. Solo así sabremos si vale la pena amarla. Sexto , Creemos que una cuestión conflicti - va radica en la postulación “universal” de dicha declaración: los intelectuales latinoamericanos han sido bastante críticos con este mito de la “universalidad” que suele ser usada como es- trategia de dominación para unificar y desco - nocer a las culturas diferentes a la europea. Frente a esto, probablemente ya no debamos seguir proponiendo posturas universalistas, y aún si se nos presentan, deberíamos sospechar de ellas. En tal sentido se ha de prever que la Declaración Universal de la Democracia no se convierta en un mecanismo más, legitimador de las políticas hegemónicas, que en nombre de la democracia ―democracia liberal― se impo - ne al mundo hoy. Intervinieron en estas observaciones :Ya - mandú Acosta (Universidad de la República, Uruguay), Dora Barrancos (Universidad de Buenos Aires, Argentina), José Manuel Bermu - do Ávila (Universidad de Barcelona, España), Hugo E. Biagini (Universidad de Lanús, Ar - gentina), Mónica B. Fernández (Universidad de Quilmes, Argentina), Diego Fernández Pey - chaux (CONICET, Argentina), Yodenis Guirola (Universidad de Barcelona, España), Alex Iba - rra Peña (Universidad de Sgo. de Chile), Álva - ro Márquez Fernández (Universidad del Zulia, Venezuela), Ricardo Melgar (Instituto Nacional de Antropología e Historia, México), Marisa Miranda (Universidad de San Martín, Argenti - na), Edgar Montiel (UNESCO, Perú), Marta No - gueroles (Universidad Autónoma de Madrid, España); Arístides Obando (Universidad. del Cauca, Colombia), Miguel Ángel Polo Santi - llán (Universidad Mayor de San Marcos, Perú), Ricardo Romero (Observatorio de Gobiernos Locales, Argentina), Eduardo Rinesi (Universi - dad de General Sarmiento, Argentina), Adriana Claudia Rodríguez (Universidad del Sur, Ar - gentina); Senda Sferco (Universidad de Buenos Aires), Gustavo Vallejo (CONICET, Argentina), Jorge Vergara Estévez (Universidad de Chile).

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