Número 32

10 ciento natural, sino que también es cultural en tanto se le da diversos niveles de impor- tancia y se ejerce de diferentes maneras y en distintas condiciones en cada sociedad. El hecho de que esta campaña pro lac- tancia materna esté enfocada en las muje - res que tienen “miedo de perder su figura” banaliza el problema real que se extiende detrás de que muchas madres, hoy en día, decidan no amamantar o no puedan llevar a cabo esta práctica. A pesar de que la Ley Federal del Trabajo señala que las trabaja- doras tienen derecho a una hora de lactan- cia, en muchos empleos no tienen instala- ciones para realizar esta tarea. La carencia de espacios para lactar a los infantes (en algunos casos) así como la imposibilidad de tener a los pequeños cerca (en muchos otros) da como resultado que la lactancia materna sea sumamente complicada. En este sentido, muchas mujeres no pueden amamantar a sus hijos no por falta de ga - nas, sino porque su situación laboral no lo permite. Sin embargo en la campaña del GDF ellas no están representadas, tampoco lo están quienes han decidido no amaman- tar por motivos que rebasan lo estético. A pesar de ello, el lema de la campaña: “No le des la espalda, dale pecho” estigmatiza en general, a todas aquellas madres que han decidido no amamantar. Entramos en un punto álgido porque el Gobierno del Distrito Federal señala que la lactancia materna es un derecho de los ni- ños, por lo que las mujeres tienen la “obli- gación” y no la decisión de alimentar a sus hijos con sus propios pechos. La figura de la madre ha estado relacionada con un su- puesto “instinto maternal”, que poco tiene de instintivo en tanto que se transforma histórica y culturalmente. Badinter (1981) señala que a partir de finales del siglo XIX y principios del XX a la mujer se le iden - tificaba con el papel de madre, de hecho Freud y Rosseau definían la naturaleza femenina incluyendo en ella lo que consi - deraban como rasgos de una buena madre. Durante el siglo XX e incluso a la fecha, la imagen de la madre ideal es aquella dedi- cada a sus hijos, encontrando el premio a sus sacrificios en el resultado adulto que de ellos surge. Así, el niño se convierte en el juez de la labor de la madre. Si partimos de estas premisas, resulta previsible el hecho de que en la ley aprobada en la Ciudad de México la lactancia materna sea un dere - cho humano del niño y de la madre, que recrimina a aquellas mujeres que no pue- den o no quieren amamantar. Nadie pone en duda los beneficios de la leche materna en la salud y el desarrollo de los infantes. Sin embargo, las campañas que quieren difundir la lactancia materna en un país en el que esta práctica está en declive, deberían centrarse mucho más en informar que en estigmatizar o culpar. No le des la espalda a tu hijo, como lema central, sólo recrimina a las mujeres sin darles opciones informadas para que cambien de opinión o sostengan su posición ya sea a favor o en contra. Palacio (2003) y Lagarde (2005) se - ñalan que el poder de las madre-esposas emana de la valoración social y cultural de la función de su maternidad. Los anuncios de los que hemos venido haciendo referen - cia, promueven una maternidad “responsa- ble” desde dos ejes normativos: el cuidado de los hijos y el cuidado del cuerpo. La ima - gen de las famosas mujeres que participan en esta campaña responde en buena medida al modelo hegemónico de belleza occidental en tanto se buscaba que las madres nota- rán que no perderían su figura al amaman - tar, promueve de esta manera, un cuerpo “ideal” o “esperado” del que las mujeres de- ben responsabilizarse. Así mismo, el hecho de que estas “estrellas” del medio del espec- táculo sean mamás, incita con el “ejemplo” a dar pecho a los hijos. Estamos hablando en palabras de Palacio (2003) de una estra- tegia publicitaria basada en mecanismos educativos, propagandísticos y divulgado- res dirigidos a demostrar a las mujeres una “buena maternidad”. Lagarde (2005) en este sentido afirma que la sexualidad y el cuerpo de las mujeres son un campo político defi - nido, disciplinado para la producción y la reproducción construido como disposicio- nes sentidas, necesidades femeninas, irre - nunciables. Así, se normaliza el cuerpo y las

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