Número 32
17 Foto de L. González Foto de P. Hersch advertían cómo, de entonces a la fecha, el evento se ha ido robusteciendo de manera sostenida. La denuncia inicial de aquella marcha y la entonces inaudita salida del closet que la conformó, marcaron la pri - mera etapa de esta manifestación en de - manda de respeto elemental a una de las muchas dimensiones y vertientes de la diversidad humana. El acto público en reclamo ante una invisibilidad impuesta tenía ahora un giro evolutivo. La expresión explosiva y compensatoria del componente sexual de esa diversidad, aunque bien presente, no era el elemento dominante. Ese cultivo voluptuoso de las formas corporales era ahora, más bien, su aderezo lúdico, con una parte significativa de estos marchan- tes empujando carreolas o con niños de la mano, desfilando sin atuendo particular alguno. Aunque la homofobia y la discri - minación persisten en ese país, en buena parte del elenco, la reacción militante y retadora había dejado su lugar al paseo normal, al estatuto de lo usual, al tiempo
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