Número 32
22 diversos presos políticos en el mundo, par- ticularmente significativo porque subvierte aires narcisistas y expande el foco de aten - ción más allá de un colectivo social espe- cífico y lo proyecta al sistema de exclusión y desigualdad imperante en el planeta, otra manifestante portaba un cartel demandan - do la liberación de Néstora Salgado, en efecto, presa política en un penal de alta seguridad a muchos kilómetros de su pue- blo, recluida en los hechos por comandar a la policía comunitaria de Olinalá, formada como respuesta ciudadana ante la insegu- ridad e impunidad ya intolerable en ese pueblo de artesanos y en todo el país. Como sucede con el caso del encarcelamiento de José Manuel Mireles, ¿Qué manifestación más clara de la temblorina que aflige a los funcionarios y políticos profesionales ante su verdadero satán, que es la respuesta ciu- dadana organizada? Así, en el seno de una marcha por el orgullo gay, lejos y a la vez cerca de Olinalá, aparecen una bandera y un cartel denunciando la campaña de intimida- ción instrumentada contra los movimientos sociales, criminalizados porque reivindican su oposición a la injusticia y la impunidad imperantes hoy en México. Pero volvamos a la marcha neoyorqui- na y sus contingentes por instituciones públicas, por empresas privadas, por or- ganizaciones de apoyo parental y jurídico. Imaginemos en México, o en Cuernavaca, o en Ciudad Juárez o en Puebla, desfilando con sus respectivos emblemas instituciona- les, los contingentes no heterosexuales que laboran en el INAH, en la SEP, en la Sedena, en la Policía Judicial, o por facultades de la UNAM, o del IPN, o desfilando agrupados por franquicias políticas o religiosas, o con - tingentes de empleados de alguna cadena de farmacias o de tiendas de lo que sea, o de empleados y ejecutivos de Telmex o de Televisa, o de los bancos, o los integrantes Foto de P. Hersch
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