Número 32
53 www.noquedaotrolugarqueirseamexico.blogspot.com Las consignas han sido caracteriza - das como « voces de orden » o « gritos de guerra », las cuales deben ser coreadas multitudinariamente en función de un objetivo político o sindical en una coyun- tura dada. La coyunturalidad y propiedad de la consigna, expresada en la enun - ciación de su sentido apropiado y com- prensible funda « un poder o una fuerza performativa ». 10 Una consigna anuda la idea fuerza al sentimiento que es capaz de encender (vergüenza, indignación, ira) en las masas. « La consigna correcta per - mite nombrar el momento decisivo […] » y su fuerza radica en que « condensa y personifica el análisis concreto de la si- tuación concreta » ( ibídem ). En la cultura de la protesta urbano popular mexicana las consignas pueden revestir tonos de humor. Lo anterior, puede asociarse de manera legítima al sentido profundo de la tradición carnavalesca de inversión del orden o del mundo. 10 Lecercle, Jean-Jacques. « Lenin, el Justo, o el marxismo sin reciclar ». En: Budgen, Sebastian, Stathi Kouvelakis, y Slavoj Zizek (eds.). Lenin reactivado: hacia una política de la verdad . Madrid: Akal, 2010, p. 261. El prisma adolescente El horizonte de sentido de los adolescentes capitalinos se bifurca según sus adscrip - ciones sociales y culturales, así como de género. Un lugar privilegiado de configu - ración de sus tardeadas lo constituyen las escuelas secundarias. Nuestra aproxima - ción a este universo de representaciones y prácticas culturales nos permitirá mostrar sus rasgos más relevantes sin perder de perspectiva sus singularizados disensos, gustos y disgustos. La patrimonialización que realizan los estudiantes de secundaria de la tardeada no es ajena al filtro de las autoridades educativas, las cuales limitan sus expresiones y consumos culturales. Ellos pueden decidir con relativa autono- mía y la complicidad de algunos adultos (profesores, padres de familia o autorida - des escolares) la coreografía de su tardea - da, los géneros musicales a tocar y bailar, las botanas y bebidas, sus pausas o las inci- taciones a momentos de euforia colectiva. La horizontalidad de quienes participan en este tipo de tardeadas descansa en las redes propias de las generaciones y aulas
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