Número 32
56 despiertas de aquel enervamiento y corres a buscar la salida, con la muñeca que un día te trajeron los reyes y tu madre.Y tú no lo sabes, pero enredada en tu prisa te llevaste también una cauda de esa música pegajosa que algún día te hará regresar al mercado de las sorpresas en barata. ». 19 Uno no puede dejar asociar esa música de identidad desconocida con esa canción que dice: « cuando la tarde languidece, renacen las sombras. ». Chava Flores en una canción tan popu- lar como « Sábado, Distrito Federal », no podía prescindir de mencionar las marcas festivas de las tardeadas chilangas según sus actores sociales: […] la burocracia va a las dos a la cantina /todos los cuetes siempre empiezan a las dos; /los potentados salen con su charchina /pa’ Cuerna- vaca, pa’ Palo Alto, ¡qué sé yo! Toda la tarde pal café se van los vagos, /otros al pókar, al billar o al dominó, /ahí el desfalco va inician- do sus estragos/ ¿y la familia? ¡Muy bien, gracias, no comió! (Kuri y Mendoza, Ob. Cit. : 130). La lectura de Chava Flores de la tar - deada chilanga, revela el sesgo que todavía exhibían los espacios públicos de su pro - pia masculinización, aunque obvia algu - nas fisuras ya visibles. Las mujeres ganan el sábado callejero al filo del medio siglo, accediendo de muchos modos a sus mer- cados, al cine, a la plaza, a la condición de viajeras-paseantes de la última generación de tranvías y primera de camiones de pa- sajeros. Las tardeadas festivas sabatinas juveniles en los patios de casa o vecin- dad, hablan de las iniciativas de género: « organizábamos tardeadas en diferentes 19 Magdaleno, Rocío. « ¿Cuánto da por ella? ». En: El Gallo Ilus- trado (México), Semanario de El Día , núm. 1231. México, 26 de Enero de 1986, p.16. casas, la de los patios más grandes. Nos reuníamos un grupito para bailar mambo, danzón, cha-cha-chá, guaracha y empeza - ba el rock; no necesitábamos más que un tocadiscos, una olla de agua de limón y muchas ganas de divertirse. Sí había jóve- nes viciosos pero eran los menos.». 20 Brevísimo corolario La tarde, como se podrá apreciar en la lec - tura de este texto heterodoxo y provocador que ha enlazado sus aristas más triviales y políticas, ha implicado la presentación par- cial de ese abanico histórico cultural de sentidos. Sus manifestaciones, no siempre convergentes, se pueden apreciar tanto en los días ordinarios como extraordinarios de la vida citadina. Los alcances de este breve texto se ins - criben dentro de una indagación antropo- lógica de mayor envergadura teórica, in- dependientemente de la limitada casuística etnográfica, literaria e histórica que aquí hemos presentado. Próximamente volve - remos sobre la lógica cultural del cronos y del espacio cotidiano. El universo de lo diurno nos espera; el nocturno ya sido mo - tivo de algunos ensayos ya publicados. Esta aproximación cultural a la tar - deada urbana, si bien ha tenido como centro a la Ciudad de México a través de una limitada apertura hacia algunos de sus muchos consumos culturales y re- presentaciones simbólicas, nos permite encontrar en otros escenarios urbanos, sus espejos planos, cóncavos, convexos y virtuales. Nuestros lectores de otras la - titudes, allende las fronteras mexicanas podrán descubrir puntos de contacto con sus tradicionales maneras de vivir, narrar o representarse la tarde. 20 Solórzano, María Elena. « María, la de Tacuba ». En: Sába- do... Distrito Federal. Relatos de cultura popular urbana. México: DGCP , 1 989, p.77.
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