Número 32
67 lizados para la citada fase Miccaotli de Teotihuacan (Rattray, 2001:433), como a la fase más temprana de Tezoyuca (200- 150 a.d.n.e.) a la fase Teotihuacan I-IA DEL 100-150 a.d.n.e en Cuicuilco (Mu - ller, 1990: 55-148) La diferencia notable no solo reside en la disposición de las formas de los soportes que varían entre los soportes de botón, los cónicos con puntas redondeadas y los hemisféricos, sino también en la diferencia de las pas - tas de las vasijas que hace probable que se trate incluso de pastas locales. Tanto la inhumación con elementos de piedra verde, la decapitación ritual y las formas cerámicas locales de Tlayaca - pan se realizan antes que estos elementos culturales aparezcan en la gran metrópoli teotihuacana y fue necesario realizar un análisis de descubrimiento de lo local, que soportado con los fechamientos absolutos, nos permitieron conocer que se trata de elementos culturales previos a los presen- tes en Teotihuacan. Y es que los análisis cerámicos en Morelos tienen en general la misma pro - blemática, Canto Aguilar (2006) asegura, cuando evalúa la situación del complejo cerámico del Clásico en Morelos, que los intentos de arqueólogos como Hirth tan- to en el Oriente como en el Poniente, así como los realizados por Nalda en el No - reste, fueron acercamientos que analizaron los materiales con la intención de identi- ficar materiales teotihuacanos, de locali - zar el efecto de Teotihuacan por sobre los materiales locales, pero no se descubre lo local e incluso, se encubre con análisis que sólo ven identidad de tipos cerámicos, no la diferencia. Otras investigaciones en Guerrero por ejemplo, han mostrado cómo se puede avanzar en el descubrimiento de lo local, al evadir las clasificaciones tipológicas ce - rámicas que solamente identifican rasgos culturales de los sitios hegemónicos pre- sentes en la periferia. Durante los traba - jos arqueológicos en el Salvamento de la Línea de Trasmisión Chilpancingo-Chila - pa se localizaron 34 sitios, en cuyas explo - raciones se pudieron registrar elementos culturales que eventualmente muestran rasgos que un milenio después florecerían en Teotihuacan y que los fechamientos de radiocarbono permitieron ubicar con precisión como locales, pero mucho más tempranos que los presentes en la gran urbe (Porcayo 2004). En San Miguel Toto - lapan y Acapetlahuaya las investigciones mostraron que para el Clásico Temprano sí existe presencia teotihuacana, pero no necesariamente dominio, sino un “predo- minio” de “culturas locales” (Schmidt y Litvak 2007:30). Queda claro, por otro lado, que la especificidad sociocultural tlayacapane - ca no habría pasado inadvertida frente a un fenómeno como el teotihuacano, cuyo sistema abarcó casi toda América Media, pero sí, en efecto, tuvo ritmos di - ferenciales y no siempre debió tratarse obligatoriamente de una periferia pasiva, receptora y meramente coadyuvante al enriquecimiento del centro hegemónico teotihuacano. Aunque aún faltan exploraciones a nivel regional para acercarnos al entendi- miento del tipo de relaciones que mantuvo el norte de Morelos frente a Teotihuacan, los atisbos hasta el momento realizados en Tlayacapan, nos permiten observar una periferia que hacia los albores de la gran urbe septentrional de la Cuenca de Mé - xico, manifestaba un proceso identitario local que eventualmente compartía con otros centros como Tepoztlán y el noreste de Morelos. El análisis del segmento de un sistema social espera ser vislumbrado por el in- vestigador en su configuración local, para rescatar lo distinto, y claro está, explicar el tipo de relación que mantiene con la cen- tralidad hegemónica que, no en todo el es- pectro de subalternidad, figura de manera homogénea. Es preciso entonces colocar los pies en la investigación de la periferia, en ellas misma y mirar desde ahí, porque la tradición académica ha mirado, casi siem- pre, desde los centros hegemónicos, aun- que sus pies estén fuera de estos.
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