Número 37
42 Obviamente, Luis Alberto se encontraba entre los segundos. Un tiempo y horizon- te nuevo facilitó el quiebre del «espejismo novocentista», y con ello el reposiciona- miento de los intelectuales en su segunda juventud. Sánchez habla a dos voces, por sí mismo, pero también como vocero de la intelectualidad aprista. Sánchez como muchos otros de sus co- etáneos, transitaron del desencanto arie- lista a la adhesión al aprismo. Sin lugar a dudas, no se trató de una operación ideo- lógica aséptica, considerando el proceso de polarización del campo intelectual y polí- tico peruano y latinoamericano. Por esos años, la crisis crónica de la cultura oligár- quica no tuvo fácil ni rápida resolución. Fi- suras, grietas, intersticios, rellenos y par- ches, presentaban un edificio cultural de arquitectura envejecida y precaria, que se resistía a ser demolido. El poder dictatorial apuntalaba sus paredes y fachada en parte por interés y en parte por inercia. «El novocentismo» como hecho inte- lectual, como expresión epocal al decir de Sánchez, fue elitista y no se equivocó. Filiar el cuadro de la intelectualidad como oligár- quica y tendencialmente pro dictatorial fue demoledor. Terrenalizar las motivaciones del yo superlativo del intelectual oligárqui- co, fue una operación de desnudamiento, de mostrar su vejez en pelotas. Es decir, presentar la carencia de escrúpulos. Los novecentistas en menos de una década, se mostraron en vitrina pública sin reparos. Sánchez trata de proponer una explicación: ...el mero culto egolátrico, condujo al inevitable desgaste del vivo ím - petu ideal transformado en mate - rialismo. En 1914, los insurgentes y audaces modernistas de 1906 se convirtieron casi todos en conser- vadores y formalistas. Con eléctrica velocidad Atenas devenía en Bizan - cio. (Sánchez, 1973: 38) Los ornamentos de la palabra del inte- lectual novocentista, fueron rasgados por el bisturí ético de la radicalizada juventud universitaria cerraba filas juntos a las cla - ses subalternas. Dicha obra no podía dejar de dar cuenta del polarizado campo inte- lectual peruano, allende las fronteras es- tatales. Francisco García Calderón (1881- 1953) es cuestionado por sus concepciones acerca de América Latina, en particular por su exaltación del caudillo (Sánchez, 1973: 101-102) Y en lo que compete a Mariano Cornejo (1866-1944) sostuvo que: «.tra - tó de construir un ideario de la autocracia para el uso del gobierno de Leguía. Gran vocero del ‘ideal’.de cincelado fraseario a lo Guizot y de cazurrrería de criollo Taylle- rand, él también encarna también a Proteo, ‘el inasible’. » (Sánchez, 1973: 105) .. Mucho más duro se mostró con Riva Agüero y con Chocano. El primero, el in- telectual más prominente del régimen dic- tatorial bajo Benavides, representaba «la reacción disfrazada de intelligentzia», y no se equivocaba, la cita que eligió fue abier- tamente a favor de Mussolini y de Hiltler corriendo el año de 1936 (Sánchez, 1973. 126 y 187). Y el segundo, poeta, aventurero y pu - blicista continental de las dictaduras fuertes. Sánchez encontró en José Santos Cho-
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