Número 37

43 cano (1875-1934), las huellas que filiaban a la intelectualidad modernista y acomodati- cia. Sánchez afirmó que en el poeta: “...asoma igual desaprensión por la conducta, idéntic o amor a la forma literaria, a lo suntuario: al confort. No fue bohemio ni héroe de boule - vard y boudoir, sino una especie de ‘bandolero divino’ más cerca de Ce - cil Rodhes y Basil Zaharoff que de Casanova. (...) (Sánchez, 1973:52) Aproximar a Chocano al colonialista Rodhes dedicado al tráfico de diamantes en África, o al griego Zacharias Basileios más conocido como Basil Zaharoff, el más inescrupuloso traficante de armas, no fue precisamente un elogio. El torremarfilismo del intelectual, su aparente neutralidad, fue presentada como una impostura, como una anémica coarta- da difícil de ser aceptada por los jóvenes universitarios, que apostaban a ir más allá de la extensión universitaria en pos de la reforma social, otros, en aras de la revo- lución libertaria o socialista. Sin embargo, el texto de Sánchez, también supo develar las mediaciones, más allá del derrumbe del paradigma del intelectual oligárquico, más allá de la fractura en el campo intelectual. Algunos de los fragmentos legados por el modernismo, el arielismo y el positivismo se sedimentaron en el imaginario de la ju- ventud intelectual. El segundo prólogo (1955) iluminó el tiempo del exilio que incidió en la redac- ción intermitente del libro, entre 1936 y 1939. Igualmente, le confirió a la obra un «fundamental carácter literario» a con- tracorriente del tenor multidimensional anunciado en el prólogo de 1939, aun- que al final del segundo matizó al decir: «confesamos que nos interesa mucho más el aspecto ético y social del fenómeno». También inscribió su personal motivación política en el marco de la lucha antifascista de la época, atendiendo al peligro que re- presentaba «el divorcio entre la palabra y la acción» para los jóvenes. Obviamente, el espejo era presentado retrospectivamente. Por último, nuestro escritor anunció que la nueva versión impresa, había depurado «parte de los juicios y comprobaciones es- téticos», agregado y reforzado, «los aspec- tos social, ideológico y étnico.» (Sánchez, 1973: 19). El tercer prólogo (1968) fue un párrafo brevísimo, el cual comunicaba a los lectores que la obra, salvo «algunas precisiones y condensaciones en relato y juicios y unas pocas adiciones bibliográfi - cas», difería de la versión anterior, fuera de recuperar su título original. La coordenada generacional Balance y liquidación … tiene “algo de au- tobiográfico” en la medida en que narró y evaluó el posicionamiento estético, moral y político de los arielistas, así como el que correspondió al movimiento antiimpe- rialista al que Sánchez se adscribió entre los años veinte y treinta del siglo XX. No está dicho de manera explícita en la obra pero los contrastes estaban ya en el con- texto, en la atmósfera ideológica que res- piró Sánchez y varios como él. En la obra el contraste que a veces es también polari- dad, ha cumplido una función legitimado- ra de primer orden a favor del movimiento al que se adscribió. Por lo anterior, dichas operaciones argumentativas, han cumpli- do también funciones identitarias y valo- rativas. Si el modernismo practicó «una especie de nativismo visible, decorativo y exterior» (Sánchez, 1973: 89), la nueva promoción universitaria participó en el lanzamiento de las vanguardias literarias, algunas de ellas de nativismo fuerte y pro- fundo, emergido en tiempos de flujo de los movimientos indígenas y campesinos. De época a época, de contraste en con- traste y de antagonismo en antagonismo, Sánchez dibujó las identidades intelectuales y políticas. La identidad emergida de las cla- ses medias urbanas y solidaria con las cla- ses subalternas, se afirmó y retrató frente a su contraparte intelectual oligárquica, más por posición ideológica y clasista que por estricta y genérica extracción social. Afirma que el proceso de la reforma universitaria delineó en perspectiva su propio campo de adscripción intelectual y política:

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