Número 37
45 temente compartidas en los espacios pú- blicos, cumplieron una función modela- dora en los pensamientos y quehaceres de cada promoción. Consideraba que la gene- ración signó a todos los coetáneos dentro de un escenario y tiempo dado, regional, nacional o continental, pero diferenciados y confrontados entre sí, reagrupados en «sectores» o «promociones». Nuestro crí- tico y polemista nos previene nuevamente, iluminando su problemática entre lo gene- ral y lo particular: Repito: es peligroso hablar de gene - raciones; más vale, de promociones o sectores. Existe, cierto, un clima de cada tiempo, social y a su moda - lidad individual. Mientras el tono de la época indica que los Caliba - nes habían adoptado el disfraz de Ariel, hubo un sector que, por el sendero de la ciencia y de la ética, desdeñando la retórica, ahondó en el tema de la justicia y dirigió sus pasos hacia un concepto social de la vida. No fueron quizá los más bri - llantes; pero, si, los más constructi - vos. De ellos han aprendido mucho las gentes que han venido después. (Sánchez, 1973: 113) Y aunque a lo largo de la obra, Sán- chez no logró escapar de cierta antinomia discursiva sea debido al uso lábil de los conceptos de generación y promoción. Es posible que sea atribuible a los virajes de sus propias reescrituras. De nuestra par- te, coincidimos con el historiador Flores Galindo, quien hablando a propósito de la generación a la que pertenecemos, for- muló una acertada y fecunda reflexión de alcance más general. Permítasenos citarla in extenso: La idea de ‘generación’ puede re- montarse al convencimiento -re - sumido en un proverbio árabe- de que los hombres se parecen más a sus amigos que a sus padres. La época se impondría sobre la familia o la clase social. Las generaciones no surgen automáticamente al igual que la historia no es un mecanismo de relojería. De allí que resulte in - útil discutir su periodicidad: diez, quince o más años. También es ab - surdo escoger una fecha arbitraria y tomarla como un hito fronterizo ina - movible. Las generaciones tampoco resultan de la decisión de un grupo que se autotitula como tal, en busca de una identidad literaria. No tienen que existir necesariamente. El tér - mino ha sido demasiado empleado, hasta el maltrato. Las generaciones aparecen cuando se producen el pe- culiar encuentro entre determinados acontecimientos y vivencias, por un lado, y proyecto y actitudes que co - hesionan a un grupo de coetáneos. No a cualquier grupo: el uso de esta palabra se limita, por lo común, a los profesionales de la ideología, es decir, a los intelectuales. (Flores Galindo, 1987: 103) Salvo el punto no resuelto en Flores Galindo de clase y generación, ha sub- rayado algunos puntos medulares sobre los usos o excesos del concepto de gene- ración en el campo intelectual. En otro pasaje de su ensayo sobre la generación del 68 afirma con tono concluyente y po - lémico que: «Por lo general, las ideas se sostienen mejor en las clases que en las generaciones: son menos pasajeras y eli- tistas. » (Flores Galindo, 1987: 116). Au - tonomizar la generación y su ideario de una pertenencia de clase social no resulta muy convincente, tampoco su propuesta acerca de las lógicas diferenciadas de las permanencias ideológicas. Volviendo al texto disparador de este debate inconcluso, diremos que Balance y liquidación nos ha motivado a revisitarlo, a recordarnos que coexisten varios usos historiográficos e ideológicos del concep - to de generación en el Perú y la América Latina. Además de todo ello, cabe reco- nocer que el autor del libro, Luis Alberto Sánchez, nunca perdió el hilo conductor que sostenía su crítica a la intelectualidad novocentista, también llamada promo- ción “arielista” en el continente.
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