Número 37
51 “Peace Within,” de Katie M. Berggren (kmberggren.com) parteras de la comunidad, quienes sobaban su barriga, le daban consejos y le insistían en que no dejara de ir a la clínica. Todo parecía indicar que el embarazo de Yaneli transcurría con normalidad. En el octavo mes de su embarazo, le entregué una solicitud para que se hiciera un ultra- sonido en el hospital, cuestión de rutina. Ya le habían realizado ultrasonidos varias veces, pues el ginecólogo particular con el que acudía era de los que acostumbran utilizar este aparato en cada consulta. Aun así, le dije que los ultrasonidos del hospital son mejores, porque los hace un radiólogo, un experto en eso. Ella fue al hospital pú- blico y pidió cita, pero ya para ese enton- ces era diciembre y las citas eran un bien que escaseaba. Le dieron una para princi- pios de enero. Aprovechando el viaje, fue entonces con el ginecólogo particular y le pidió un ultrasonido. Vi a Yaneli en consulta el día antes de salir de la comunidad. Me mostró el papel donde su ginecólogo había escrito su bre- ve reporte de ultrasonido: “Producto único vivo de 38 Semanas de Gestación, en situa- ción longitudinal, presentación cefálica, dorso a la izquierda, frecuencia cardiaca fetal 140 latidos por minuto”. – “Todo bien” – le dije, y sabiendo que le angustiaba requerir una nueva cesárea, añadí–: “si no hay ninguna eventualidad, parece que va a poder ser parto normal”. Lo mismo le había dicho el ginecólogo, según lo que ella me comentó. Tomando mis precauciones por mi próxima ausencia breve, le entregué una hoja de referencia para que acudiera directamente al servicio de urgencias del hospital en caso de cual- quier eventualidad, incluyendo el hecho mismo de que comenzaran los dolores de parto. De cualquier manera, si algo pasa- ba mientras no estábamos, podía buscar a Yolanda o a Adriana, las enfermeras, para que, en dado caso, la mandaran en la am- bulancia al hospital.
RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=