Número 37
53 to que era por nosotros reconocido como de “alto riesgo”? ¿De no conocer con más detalle el modo de proceder de la partera tradicional? ¿De haber insistido en contar con un estudio de ultrasonido más confia - ble? Quizá en la última cita que tuve con Yaneli no dediqué suficiente tiempo a es - cuchar sus planes, sus angustias. ¿Tuvo la culpa Rigoberta, por intentar atender un parto en presentación pélvica (“de piecitos”)? ¿Por no movilizar los re - cursos disponibles para que Yaneli fuera atendida en un hospital, al notar que no era un parto normal? ¿Tuvo la culpa Yaneli, por querer tener a su hijo en casa, de la misma forma que ella nació? ¿Por “no atender las indica- ciones de los médicos”? ¿Por “no acudir a tiempo”? (probablemente, la opinión más común entre mis colegas). ¿Tuvo la culpa el ginecólogo que escri- bió “cefálico” en un reporte de ultrasonido, siendo tan bajas las probabilidades de que un bebé que viene “de cabeza” se voltee y se ponga “de pies” justamente en las últi- mas semanas? ¿O venía “de pies” y lo con - signó como cefálico no siendo especialista en ultrasonido? ¿Tuvo la culpa la desregulación o la permisividad oficial, que hace posible que este tipo de establecimientos proliferen, dando una falsa salida a la saturación de los servicios públicos? ¿Tuvo la culpa el personal del hospital público que le dio cita a Yaneli demasiado tarde? ¿Que hizo que su experiencia en el parto anterior, que requirió cesárea, fuera tan traumática que ella no la quería repe- tir? Ese hospital, donde meses antes ha- bía nacido un niño en el baño, donde una mujer sufrió ruptura uterina habiendo in- dicios de un mal manejo médico, ¿tuvo la culpa de que Yaneli no deseara tener a su hijo ahí? ¿Tuvo la culpa de eso la cultura de violencia obstétrica, ampliamente docu- mentada en nuestro país? ¿Tuvo la culpa el risible presupues- to que hace que, con tan solo acercarse a dicho hospital, uno parezca escuchar un lamento que grita “Precariedad”? En ese hospital, como en la mayoría de los hos- pitales públicos, buena parte de la carga laboral recae en personal en formación con jornadas de más de 32 horas continuas de trabajo. ¿Tuvo la culpa este sistema de las tragedias anteriores ocurridas ahí, que hacían que la opinión generalizada en la comunidad de Yaneli fuera que “ahí no atienden”? ¿Tuvo la culpa todo ello de que Yaneli no quisiera tener a su hijo ahí? ¿Tuvo la culpa el gobierno municipal, cuya ambulancia era una combi destarta- lada, carente siempre de chofer? ¿El go- bierno estatal, por mantener los caminos de acceso al hospital en mal estado? ¿El gobierno federal, por el aún deplorable “Henry Ford Hospital”, de Frida Kahlo (www.fridakahlo.org)
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