Número 42

40 la exportación del dinero, porque expor- tándolo se libran de la devaluación. Es necesario entonces quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres. Esto, si se hace rápidamente es lo esencial de una revolución. La Revolución puede ser pa - cífica si las minorías no hacen resisten - cia violenta. La Revolución, por lo tanto, es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos. Por eso la Revo- lución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos. Es cierto que “no haya autoridad sino de parte de Dios” (S. Pablo, Rom. XIII, 1). Pero Santo Tomás dice que la atribución concreta de la autoridad la hace el pueblo. Cuando hay una autoridad en contra del pueblo, esa autoridad no es legítima y se llama tiranía. Los cristianos pode - mos y debemos luchar contra la tiranía. El gobierno actual es tiránico porque no lo respalda sino el 20% de los electores y porque sus decisiones sales de las mi- norías privilegiadas. Los defectos temporales de la Igle - sia no nos deben escandalizar. La Igle - sia es humana. Lo importante es creer también que es divina y que si nosotros los cristianos cumplimos con nuestra obligación de amar al prójimo, estamos fortaleciendo a la Iglesia. Yo he dejado los privilegios y deberes del clero, pero no he dejado de ser sacer- dote. Creo que me he entregado a la Revo - lución por amor al prójimo. He dejado de decir misa para realizar ese amor al próji - mo, en el terreno temporal, económico y social. Cuando mi prójimo no tenga nada contra mí, cuando haya realizado la Revo - lución, volveré a ofrecer misa si Dios me lo permite. Creo que así sigo el mandato de Cristo: “Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (S. Mateo V, 23-24). Después de la Revolución los cris- tianos tendremos la conciencia de que establecimos un sistema que está orien- tado por el amor al prójimo. La lucha es larga, comencemos ya...

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