Número 42

7 otras tantas ciudades, ya fuese dentro de las mismas lagunas o en sus riberas externas y, todas las cuales, formaban lo que para él “débese decir de la manera de Mexico, que es donde esta ciudad [Te- mixtitan] y algunas de las otras que he hecho relación están fundadas, y donde está el principal señorío de este Mute- zuma. La cual dicha provincia es redon - da y está toda cercada de muy altas y ásperas sierras, y lo llano de ella tendrá en torno hasta sesenta leguas, y en el dicho llano hay dos lagunas que casi lo ocupan todo, porque tienen canoas en torno más de cincuenta leguas”. 3 Nótese que en el escrito de Cortés está claramente indicado el nombre de la ciudad de Temixtitan, y que propo- ne que la provincia geográfica y hu - mana que la circunda debe llamarse Mexico, sin acento, y así permaneció escribiéndose hasta el siglo XVIII. Di - cha propuesta de designación no anula el nombre de la ciudad, que queda in- cluida, pero no subsumida y mucho me- nos equiparable. La enunciación secuencial de esos dos sustantivos, Temixtitan y Mexico, no hace un compuesto, sino un bino- mio, con dos nombres diferenciados con significados propios. No obstante que el propio Pedro Mártir de Anglería, en el li- bro segundo de la “Octava década”, men- cionó, sin aportar más datos, que podían ser equiparables cuando escribió “en la lagunosa y gran ciudad de Tenustitan, por otro nombre Mexico, capital de mu- chos reinos”, 4 esa equivalencia no quedó plasmada en otros documentos. El por- qué de la propuesta de Cortés puede es - perar a ser tratado en otro momento, ya que lo primero que había que mostrar es que lo expresado por él fue efectivamen - te una propuesta: llamar a la provincia que circundaba a la ciudad de Temixtitan como Mexico, y que en tal sentido tuvo seguidores y detractores. 3 Hernán Cortes, C artas de relación, nota preliminar de Ma- nuel Alcalá, México, Porrúa, 1960, p. 62/1. 4 Pedro Mártir de Angleria, op. cit , vol. II, p. 665. Las datas o el eslabón perdido Al no contar con documentos específi - cos, la historiografía tradicional no se ha ocupado de este asunto, por lo que me di a la tarea de buscar fuentes histó - ricas que permitieran dilucidar la cues- tión en los distintos niveles en que se despliega. En la búsqueda de esos mate- riales, caí en la cuenta de que si ahí no había mucho de dónde escoger, sí había harto donde expurgar de entre las datas de los documentos menudos que se pro- dujeron en los primeros treinta años de conquista y dominación española. Esos pequeños datos, las datas, que indican día, mes, año y lugar donde se elabora o a donde se envía cualquier documento, son una verdadera mina de conocimientos. Es incuestionable que son importantes, pues ubican a los ac- tores en tiempo y lugar. Esa posición es indispensable, pues sin ella no habría un registro histórico de lo que produ- jeron, por una parte, conquistadores, estantes, mineros, comerciantes, fun - cionarios reales, locales o religiosos a través de cartas, actas y escrituras de todo género, y por otra, lo que con- signaron Carlos V, su madre Juana, el Consejo de Indias e incluso particulares en las reales cédulas, provisiones, man- damientos o cartas que se dirigieron a quienes residían en lo que reconocieron debería llamarse Nueva España. En un trabajo que recién concluí y espero pronto se publique, inserté un apéndice con las datas de más de mil documentos de las primeras tres déca- das de vida colonial, y que en buena parte son el soporte de este breve es- crito, en el que, evidentemente, no es posible mostrar ni una milésima parte de lo trabajado. Las datas sólo se emplean para loca - lizar y ubicar la individualidad de cada uno de los documentos. Sin embargo, esa operación natural y neutra no es la que se deja ver en lo que tiene que ver con el nombre de la ciudad de Temixtitan, la cual, de una u otra manera, se oculta o se

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