Número 42

8 borra, para sólo dejar constancia de su existencia en los libros de historia. Los casos son muchos, imposible re - señar mis hallazgos, baste poner como ejemplo emblemático. Cualquier edi - ción moderna o referencia al escudo de la ciudad que, inmediatamente se le de- signa como de México sin ningún otro añadido, no corresponde con los sustan- tivos que consignaron la cédula que en- vió Carlos V, fechada el 4 julio 1523 en Valladolid, a la “gran ciudad de Temis - titan-Mexico”, para otorgarle su escudo.     Aún más, en el primer libro autógra- fo del cabildo de la ciudad, en la parte final, donde se insertaron distintas car - tas, cédulas y provisiones, se localiza la copia más antigua de tan emblemático documento, y en cuya parte superior del mismo se lee “escudo de armas que se dio a esta gran ciudad de Temistitan.” Esa manera de “editar” el pasado es recurrente y la encontramos, entre otros tantos casos, en la edición misma de las actas del cabildo de la ciudad, así como en los trabajos que las han analizado. En los títulos de unos u otros, el nombre que da cuenta de la ciudad es México, pese a que en el libro primero, en su primera página, se encuentra el siguiente enun- ciado “1°, es en el año de 1524 lunes 6 de marzo de 1524”, luego está una co - rrección que hizo Antonio Espinoza de los Monteros sobre que la fecha era el 8 y no el 6, refrendada con su firma, para luego establecer: “En la gran ciudad de Temixtitan…”, lo cual indica que así se le llamaba a la ciudad y no de otra manera. Ese primer señalamiento ya anuncia que no es tan fácil tratar las datas de los documentos, pues muchas de ellas están ocultas en alguna parte de los mismos, pero no en lo títulos que los identifica; esto es, no es fácil reconocer las datas, sobre todo de ubicación geográfica, pues  a editores, estudiosos e incluso ar - chivistas y bibliotecarios les ha pareci- do, supongo que pensando en la como- didad de todos, que era mejor actualizar la referencia geográfica. Esto implicó, aun muy poco después de esos primeros treinta años de vida colonial,  sobreponer en caratulas, inte - riores de documentos, estantes, ramos, fondos e inclusive en títulos de docu - mentos que se editan, o de las historias que se cuentan, la designación con que finalmente se le nombró a la ciudad de México, dejando en el olvido, aunque quizás para la historia, la de ciudad de Temixtitan, así, en solitario, que tuvo vigencia por más de quince años para los que vivían en la Nueva España, y aun por un poco más tiempo para la Co - rona de Castilla y Aragón. Después de sortear dificultades y su - perar lo que he llamado síndrome de ac- tualización archivística y editorial, en la documentación que he cotejado y anali- zado para conocer cómo fue llamada por los españoles, en ambos lados del Atlán- tico, nuestra actual ciudad de México du- rante los primeros años de la Conquista, he podido distinguir grupos, diferencias, similitudes, ritmos y momentos de quie- bre que, en un principio, sugieren que la Corona de Castilla y Aragón siguió la propuesta de Fernando Cortés, al utilizar entre 1522 y 1548 el binomio Temixti- tan-Mexico para referirse a la ciudad y provincia que la circunda. Esa referencia unida no choca con el reconocimiento de la sustantividad de la propia ciudad de Temixtitan, tal como vemos que se usó cuando a Cortés se le reconoció y nombró en Valladolid, el 15 de octubre de 1522, “gobernador e capi- tán general de toda la tierra e provincias de la dicha Nueva España e de la dicha cibdad de Temistitan, e que hayáis ten- gáis la nuestra justicia civil e criminal.” 5 Lo anterior implica el reconocimien - to de la singularidad de la ciudad en- marcada en una provincia geo-humana compleja, que el capitán de la Conquista describió como separada en su  Segunda y Tercera Carta de Relación , pero de una u otra manera formando parte de ella, 5 José Luis Martínez,  Documentos cortesianos , México, FCE, 1990, Martínez. Doc. 25

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