Número 43
8 tidos: apoyo en suministros de materias primas estratégicas a los Estados Unidos; con contingentes armados procedentes de Puerto Rico, México y Brasil y con la re- cepción de los más diversos exilios. En nuestros días, este optimismo ha re- cibido una ruda sacudida. La primera guerra mundial y las crisis subsecuen- tes, que produjeron, en medio de una horrible miseria, un exceso aparente de mercancías, han socavado sus funda- mentos económicos. Y ahora han surgi- do muchas dudas acerca de la realidad del «progreso». 6 La resonancia de este proceso trascen- dió al marco historiográfico: la escuela histórica alemana, renunció a la noción de progreso. 7 Por su lado, la antropología se sacudió de los desacreditados e incó- modos paradigmas positivistas y evolu- cionistas y sus nociones emparentadas de progreso y evolución. En 1981, Pierre Vilar afirmó que en 6 Childe, 1970:9. 7 Childe, 1970:9. la historia de la humanidad, sólo dos ex- traordinarios acontecimientos resultaron homologables: la Revolución Neolítica con la introducción de la ganadería y la agricultura y la Revolución Industrial con su industria maquinizada, dados sus im- pactos cualitativos sobre sus respectivos modos de vida. 8 Señala Vilar que entre una y otra revo- lución, se puede hipotizar que: “... los “crecimientos” innegables - de población, de producción, de enrique- cimiento-, constatables para períodos de larga duración en amplios territorios (por ejemplo, entre los siglos X y XIII en el occidente de Europa), correspon- den a la instalación y al apogeo de un modo de producción adecuado, sin duda a las exigencias de la producción para una tecnología dada; y comprue- ba también que, al cabo de un período bastante largo, ese sistema sufre una crisis de estructura, una “crisis gene- ral”, con hundimientos de población y 8 Vilar, 1981:223.
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