Número 49
21 otros ojos las obras de Herbert Marcuse por ejemplo. La revista subsistió hasta 1971, año en que se vino de sopetón la mordaza intelectual o la ex - clusión gubernamental. Conocí tardíamente a Fernando y tuve la fortuna de tratarlo en varias ocasiones, dentro y fuera de Cuba. Gozaba de buena memoria, mantenía su filo crítico, puso los puntos sobre las íes al tratar la censura que le fue impuesta y la clausura de la revista, «quinquenio gris» o década del silencio estéril. Muchos entendidos y no pocos protagonistas han sindicado con razón que fue Raúl Castro el principal instigador del silenciamiento y censura de 1971 y años venideros. Subrayo otro hecho. Dicha revista convergió con atrevidos y originales productos cribados en los fueros de otras artes: novelas, carteles y cine. Un sello generacional vanguardista los aproximaba sin confundirlos ideológica y estéticamente. Tercera llamada: el punto de quiebre En 1971 fue un año muy gris para la vida intelectual y artística cubana. Recuerdo que Hilda y yo, residiendo en la ciudad de lima, estábamos muy atentos al desarrollo del proceso político que se le seguía al poeta Heberto Padilla y a la censura y hostigamiento de que era objeto, así como a los ecos de la denuncia y ruptura hecha pública por el escritor Mario Vargas Llosa. Hilda coadyuvó a que Luis Antonio Portuondo, llegase a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El disertante cubano minimizó el caso Padilla, llamándolo «incidente» y dio una res- puesta elíptica cuando se le cuestionó el apoyo de su gobierno al régimen militar de facto, encabezado por Velasco Alvarado en el Perú. No sabíamos todavía de la censura gubernamental contra la revista Pensamiento Crítico y contra El caimán barbudo . Todo giraba en torno a Padilla. Por casualidad o fortuna, Luis Alberto Ampuero y yo, nos enteramos de la adversidad que enfrentaba Fernando Martínez Heredia y su revista, gracias al esclarecedor
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