Número 49

22 y pormenorizado testimonio del escritor rumano Darie Novecenu, quien se encontraba de paso por Lima, después de una estancia en La Habana. Su preocupación por el nuevo curso autoritario del régimen cubano se acrecentaba por la suerte de sus colegas y amigos. Saliéndose al final del tema nos sorprendió con la anécdota. Nos contó que el escritor Arturo Hernández, autor de la novela Sangama y presidente de la Asociación Nacional de Escritores (ANEA) lo presionaba día con día para que le consiguiese un viaje y tratamiento gratuito en la afamada clínica geriátrica de Buca- rest. Darie nos dijo: «este anciano reaccionario pretende ayuda de los países que crítica y lapi- da políticamente. Nada tendrá de nuestra par- te. » Nos despedimos a los pocos días de Darie vísperas de su viaje a Santiago de Chile. Vinieron seis años de silencios mutuos. Lo reencontramos en México un 14 de marzo de 1977 en la UNAM, iba a dar una conferencia acerca de unas cartas de Benito Juárez que encontró en el archivo estatal de Rumanía. Juárez tenía un importante corresponsal rumano. De otro lado, nos expresó su desazón sobre Rumanía. No le faltaba razón. Nos prometi- mos escribirnos. No lo hicimos. Poquitos años más tarde, le di a Gustavo Vargas Martínez, nuestro entrañable amigo colombiano, unos libros y una carta para Darie con motivo de su viaje a Bucarest. Gustavo lo encontró y se los entregó con dificultad. Nuestro amigo era objeto de vigilancia y mar - ginación por parte de la policía política del dictador Nicolás Ceausescu. Lo dieron de baja del CC del PCR y lo terminaron expulsando por pedir cam- bios de urgencia. No volví a saber nada más de él. En cambio de Fernando, sí, de manera directa o a través de su hija y de nuestra común amiga Cari- dad Masson, investigadora del Instituto Cubano de Investigación Cultural «Juan Marinello». ¿Que nos aproximó a Fernando y a mí? Por un lado mis esfuerzos sostenidos por escribir una historia política y cultural de la Comintern en Nuestra América que le parecía inquietante y sugerente, en aras de dejar atrás la «historia tradición» que siempre dice más de lo mismo acerca de la imbatible y verdadera línea «recta». Por otro lado, nuestros diferenciados pero afines modos de asumir el pensamiento crítico tejían simpatías mutuas. A propósito, dejo constancia que La Pacarina del Sur que fundé en octubre de 2009 y se sigue publicando, tiene una deuda no explícita con la revista Pensamiento Crítico de La Habana y por ende, con Fernando, aunque también le debemos mucho a la revista Amauta , la que animó José Carlos Mariátegui. Entre el cierre de la evocación y el futuro deseable. La última vez que vi a Fernando fue a mediados de febrero de 2011. Había viajado a La Habana, me urgía una revisión oncológica antes de mi anunciada y programada operación en México. Nos vimos en su lugar de trabajo: el Instituto Cuba- no de Investigación Cultural Juan Marinello., bajo su dirección. Conver- samos. El hospital de Oncología quedaba muy cerca del Juan Marinello.

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