Número 56

39 Esta escena se ubica en la colonialidad del poder, referida por Quijano como un patrón de dominación social de largo alcance y elemento constructor de las relaciones de poder, en el siste- ma-mundo moderno-capitalista (2000). Así pues, los elementos y procesos históricos de la “bola” suriana denuncian la imposición, la destrucción, la masacre y la violencia exacerbada de la moderni- dad, instaurada desde un 13 de agosto de 1521 en nuestro territorio. Luego, el mismo corrido alude a la matanza perpetrada por las fuerzas carrancis- tas en Tlaltizapán, con los mártires del 13 de agos- to de 1916, generando terror en la comunidad. Como bien apunta Pineda (2016), durante el año 1916 el estado de Morelos se cubrió de dis- cursos y prácticas venidas desde las estructuras de poder dominantes, que marcaron un escenario de racismo, esclavitud y muerte sin precedentes en la región. De modo que en el exterminio que las fuerzas carrancistas planearon y perpetraron contra la revolución campesina hubo civiles in- defensos muertos en varios pueblos de Morelos, y ése fue el escenario de Tlaltizapán y Jiutepec. En el caso de Tlaltizapán, la masacre acontecida en este sureño municipio en 1916 ocurrió un 15 de junio, asesinando a mansalva a 283 habitantes de la comunidad (Womack, 1969). No obstante, desde el corrido suriano, como expresión de conciencia donde “el cantor de Mo- relos fue un auténtico portavoz de su pueblo y un guardián calificado de su memoria histórica y de su identidad cultural” (Hèau, 1989:113-114) comprendemos que la “bola” del sitio de Tlaltiza- pán expresa cómo “la memoria colectiva se desa- rrolla dentro de un marco espacial” (Halbwash, 1990:23); es decir, desde la memoria social de la comunidad, los mártires de 1916 se asocian al 13 de agosto, fecha en que se rememora aque- lla barbarie cometida por el Estado y justifica- da a través de la actualización estructural de la dominación social, impuesta de hecho en estos escenarios desde el siglo XVI. De modo que, tal como lo expresa la “bola” suriana de Marciano Silva, la colonialidad del poder recorre los espa- cios violentados desde occidente en la conquis- ta española, y también los escenarios zapatistas ocupados por el gobierno carrancista, en 1916. La escena que hemos ilustrado no es ajena a nuestro contexto actual, debido a que la matriz de la colonialidad instaurada hace cientos de años encuentra su nicho y se reactualiza a través de agentes específicos del Estado. En pleno siglo XXI, el municipio de Tlaltizapán se ha convertido nuevamente en el escenario que Marciano Silva relató en su “bola” suriana hace cien años, pues las lógicas externas nuevamente arribaron e im- pusieron voluntades ajenas, además de despreciar e ignorar las voces locales que exigían una expli- cación sobre lo que pasaba en su territorio. Nuevos procesos mismo escenario: Siglo XXI Durante 2014, una obra de infraestructura ca- rretera irrumpió en el estado de Morelos: la au- topista Siglo XXI, anunciada por Gerardo Ruiz Esparza, Secretario de Comunicaciones y Trans- portes (2012-2018), y también por Graco Ra- mírez, Gobernador entonces de Morelos (2012- 2018). Estos personajes apelaron a las bondades Fuente: Raúl García (marzo-2019)

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